“Su hora ha llegado y la mía también”
Durante 40 días hemos estado preparándonos, tanto corporal como espiritualmente, para alabar, glorificar y amar al Señor como nosotros lo necesitamos. Previamente, con el ayuno, la caridad y la oración estuvimos fortaleciendo nuestro corazón, nuestra mente y nuestra alma. Hemos unificado nuestro ser, claramente por la gracia de Dios que actúa en aquellos que estamos dispuestos, para que siendo uno en nosotros mismos y uno con Dios, podamos realmente acompañarlo en su Pasión y de la misma manera dejarnos acompañar por él en la nuestra.
Jesucristo ha venido a redimirnos, ha venido a darnos el don para ser santos, pero… ¿Qué tipo de “salvador” es Jesús para ti? ¿De qué manera crees que actúa esa salvación en tu vida? ¿Realmente satisface los deseos y anhelos de tu corazón? Reflexiona para que entonces puedas descubrir en dónde debemos actuar.
Jesús sigue dando respuestas, sigue teniendo la potestad para satisfacer la sed de plenitud que tienes, quiere seguir sumando en tu vida, él sigue siendo la Vida, y que sin él nos perdemos de la Eterna para la que hemos sido creados. Pero si seguimos pensando que Jesús es el mesías que solo vino a salvarnos de la enfermedad, del robo, de la mentira, de la escasez económica o de cualquier otra cosa tan diminuta y sin trascendencia, nos estaremos perdiendo de todo lo que Jesús tiene para nosotros.
Es tiempo, nos decía san Juan estos últimos días y realmente es tiempo de que dejemos de engañarnos, de que hablemos de frente con Jesús y dejemos que sea glorificado en nuestra vida, con nuestros actos, con cada latido del corazón. Vuelve a tu Señor y déjalo entrar en esa oscuridad, en esos ideales de vida y permítele que purifique todas tus intenciones, eso siempre es bueno. Para que entonces puedas evitar el día en que decidas entregarlo porque pensabas que él era de una manera, cuando fuiste tú el que nunca dejó que su verdad llenara todos vacíos.
Jesús ha sido el que ha estado preparando esta Pascua desde prácticamente la eternidad, pero él quiere hacernos parte de ella, quiere que pongamos tan siquiera la mesa, para el momento en que él se nos dé por completo en el Banquete Celestial. Pero necesitamos disponernos y mantenernos en vela para no negarlo más veces, sino para poder permanecer en su amor, de la misma manera que él ha permanecido en el amor del Padre, nuestro Padre.
Jesús venció la muerte y no hay duda de su Resurrección, su cuerpo ha sido reconstruido en tres días y no hay poder que no se le someta, excepto el de tus decisiones diarias. Él no quiere que simplemente sigas sus mandatos, Jesús quiere
que le des tu corazón para que puedas vivir como verdadero hijo(a) que eres de Dios, y por lo tanto infinitamente amado. Él pudo bajarse de esa Cruz para que muchos creyeran, sin embargo, Jesús prefirió salvarte permaneciendo obediente hasta el final y así librarte de la muerte del pecado y alcanzarte la vida eterna. Entonces… ¿Ya tienes todo listo?