El Informador

Alfaro y un futuro de la patada

- diego.petersen@informador.com.mx Diego Petersen Farah

De la política nadie se va; los echan, decía un viejo priista que conocía bien a los de su especie. Enrique Alfaro tiene muchos defectos, pero en lo político rara vez se equivoca, me dijo uno de sus más cercanos colaborado­res hace un par de años cuando comenzaba a discutirse el papel de Movimiento Ciudadano en la elección de 2024.

Ambas cosas vinieron a mi memoria mientras leía la entrevista que le hizo Elia Castillo Jiménez en El País al gobernador de Jalisco y en la que Alfaro dice principalm­ente dos cosas: la primera es que se retira de la política para dedicarse al futbol como entrenador. La segunda es que MC se equivocó porque está tomado por unos vividores que se dedican a la comunicaci­ón política y que convirtier­on a un partido serio en uno frívolo.

Dejar la política tiene un costo no menor. Cuando se es líder de un proyecto político como el que construyó Alfaro desde 2009, la cantidad de carreras políticas y compromiso­s que se acumulan van pesando cada día más. Más allá de la promesa (o amenaza, según se quiera ver) de buscar el puesto de director técnico de Chivas, la decisión expresada por Alfaro es que dejará a todo su equipo colgado de la brocha. Esa que es sin duda una oportunida­d para los nuevos liderazgos, es también un riesgo para los candidatos de su grupo y más aún que lo haga y lo exprese en medio del proceso electoral. Están claros en su exposición cuáles son los factores de atracción para dejar la política: hacer una carrera en el mundo del futbol. Lo que no deja claro es cuáles son los factores de expulsión, qué es lo que lo hace dejar una carrera que, al menos en apariencia, todavía tenía futuro.

Su diagnóstic­o de lo que sucede en MC no es muy distinto a lo que se ha dicho y escrito, pero tiene el valor y el mérito de ser una crítica que viene desde dentro. Lo que para muchos es una extraña transforma­ción del partido naranja en uno fosfo-fosfo, el paso del ideario social demócrata al partido de los “mirreyes” del norte, tiene para Alfaro una explicació­n personal: la ambición del grupo que maneja la comunicaci­ón de MC. Sin dudar que Rafael Valenzuela y Carlos Delgado tienen una importante influencia en el Gobierno de Nuevo León y en el partido naranja, y que el candidato Álvarez Máynez es cercano a ellos, pareciera un tanto exagerado atribuirle­s decisiones que se cocinan en otros fogones y con otros ingredient­es. Que sean el grupo ganador no significa necesariam­ente que sean el grupo orquestado­r. En política los errores y las circunstan­cias marcan, y esos errores los cometieron Dante y Samuel.

Lo que quedó claro es que para el gobernador Alfaro tanto su futuro personal como el de su partido están de la patada, aunque por motivos distintos.

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