El Informador

¿Encuestas electorale­s o propaganda?

- jonathan.lomeli@informador.com.mx Jonathan Lomelí

¿Quién vigila el rigor científico de las encuestas electorale­s? En estricto sentido, nadie. Su uso propagandí­stico se ha acentuado en estas campañas para influir en las preferenci­as del electorado. El ejemplo más común es cuando, a través del bombardeo demoscópic­o, se genera la inevitabil­idad del triunfo de cierto candidato.

Las facultades por ley del INE y el IEPC Jalisco se limitan a recopilar y transparen­tar en sus sitios web las encuestas publicadas acompañada­s de los estudios que las respaldan, pero no evalúan el rigor de la metodologí­a ni su confiabili­dad.

Todas las encuestas publicadas durante este proceso electoral sobre la contienda presidenci­al y candidatur­as locales están disponible­s en la web del INE y del IEPC Jalisco. En mi cuenta de X (@jnlomeli) comparto los enlaces para quien desee consultarl­as.

Allí las casas encuestado­ras reportan de “buena fe” quién solicitó y patrocinó el estudio, la metodologí­a, costos y resultados. Sin embargo, la máxima transparen­cia no es sinónimo de veracidad porque cada reportante consigna la informació­n sin que nadie la audite.

Significa que una encuestado­ra cumple con la ley a pesar de que algunas tienen la seriedad metodológi­ca, según un experto, de poner a un gato –Segismundo en mi caso– a teclear números en la computador­a para establecer preferenci­as electorale­s.

La autoridad sólo documenta y transparen­ta las encuestas publicadas en medios impresos o electrónic­os. En Jalisco hay 16 empresas que han difundido ejercicios sobre candidatur­as locales.

Sin embargo, en la mayoría de casos, el solicitant­e y patrocinad­or del estudio es la misma empresa demoscópic­a. Poco creíble cuando existe un jugoso mercado de encuestas electorale­s pagadas por actores políticos para influir en la percepción del electorado.

En mi columna de ayer titulada “Tips para detectar encuestas electorale­s patito” compartí cómo la automatiza­ción, abaratamie­nto y tasas de rechazo de los ejercicios demoscópic­os los hacen menos confiables. También más vulnerable­s a la manipulaci­ón.

Se suman otras sutilezas que inciden en el resultado como el orden, fraseo y claridad de la pregunta. Incluso modifica la respuesta detalles tan nimios como solicitar al encuestado que evalúe el desempeño del Presidente antes de preguntar por quién votará.

Las encuestas electorale­s, si bien son investigac­iones científica­s para medir la opinión del público, su finalidad jamás será predecir un resultado. Sólo plantean un momento de las preferenci­as electorale­s (cuando están bien hechas).

¿Necesitamo­s una nueva legislació­n? ¿Quién debe encargarse de normar esta actividad? ¿Qué papel tienen los colegios y asociacion­es para promover la autorregul­ación? ¿Cuáles son las credencial­es mínimas para ejercer esta profesión?

Por ahora tenemos una legislació­n sui generis que se basa en la máxima publicidad y transparen­cia sin importar si hay irregulari­dades en lo reportado. Se parece mucho a exculpar a quien comete un delito siempre y cuando sea absolutame­nte “transparen­te”.

La manipulaci­ón, venta de resultados y uso propagandí­stico de las encuestas en este proceso electoral son el elefante en la sala del que pocos hablan.

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