El Mundo

Más goles que libido

Después de un arranque inapetente, el Madrid derrota al débil Apoel con dos goles de Cristiano / El portugués, reaparecid­o, reclama un gol no concedido por el uso del ‘ojo de halcón’, estrenado en Champions / Kovacic, lesionado

- ORFEO SUÁREZ MADRID

El gol lo encontró el Madrid de la misma forma que se atraviesa un semáforo en ámbar en mitad de un paseo. Una carrerita, después de una media verónica de Isco para liberarse de un rival, un centro de Bale y Cristiano reaparecid­o en el lugar que lo convierte en el mejor nueve entre los nueves. El remate es su reino. Existe debate, muy cansino, sobre quién es el mejor jugador del mundo, pero no acerca de quién es el mejor rematador. El portugués lo hace de todas las formas posibles. Esta vez fue veloz en la aproximaci­ón y sutil en la definición, lo que requería cada momento de la jugada. El partido, en su conjunto, habría requerido más velocidad, pero con los rivales pasa como con las parejas: no todas estimulan igual. Cuestión de libido.

El Apoel es de lo más flojito de esta Champions, es cierto, pero Zidane no quiso hacer esa lectura al escribir los nombres de la alineación. Priorizó la competició­n sobre el adversario, cargó el mensaje en la alineación, y más después de dos empates en la Liga. En el segundo, ante el Levante, se apreció suficienci­a por parte del Madrid. El fútbol no indulta, es impío y en el campo todo se paga al contado.

El tanto llegó tan pronto que el Madrid se relajó y se limitó al trámite. Todo correcto, pero todo lento, hecho que debió provocar alguna advertenci­a en el vestuario, fuera de Zidane o del capitán. El Madrid que empezó tras el descanso fue más intenso, más rápido, imparable ya para el Apoel. En la primera parte, en cambio, se bastó con la posición, incluso se permitió alguna posesión más larga y dos llegadas al área ajena, nada más empezar, conducidas por el español Roberto Lago.

Lesionado Benzema, Bale formó junto a Cristiano y de su bota partió el pase del primer tanto, después de recibir de Isco. El galés se orientó a la izquierda, donde todo resulta más natural para un zurdo. El 4-4-2 por el que se inclina Zidane se lo permite, con Cristiano en permanente movimiento por todo el frente del área. Cuando quiere correr, no obstante, también busca la izquierda. La fórmula permite, asimismo, colocar a Isco en el vértice más avanzado del rombo del centro del campo, donde en pocos pasos puede dar un último pase, desbordar o disparar. Ir de costa a costa no es lo suyo, ni tiene cuerpo.

La lesión de Kovacic fue un contratiem­po para Zidane. Es la segunda de orden muscular consecutiv­a, después de la de Benzema. Una lástima para el croata, uno de los mejores en la pretempora­da, en concreto en las Supercopas. También pareció ser un contratiem­po para Kroos, que estaba como un torero sin vestir. Durante unos minutos, con Sergio Ramos fuera, mientras se ataba las botas, y Kroos se colocaba las espiniller­as, la situación era poco decorosa. Contra el Apoel no pasa nada, pero mejor estar atentos. El alemán necesitó poco para hacerse con el compás del choque.

El segundo tiempo empezó conun chispazo, un remate de Cristiano al larguero. El balón cayó sobre la línea y el portugués se comió al asistente para reclamar que había entrado. No debía saber el delantero que desde esta temporada en la Champions hay ojo de halcón. Si no les pita la señal al colegiado y a sus asistentes, nada.

Es oportuno advertir que no se debe confundir el ojo de halcón, exclusivam­ente para la línea de gol, con el videoarbit­raje, el VAR. Con el segundo nadie sabe qué habría pasado con el penalti señalado al Apoel, ya que la impresión es que Roberto Lago no utiliza el brazo para despejar el balón. Cristiano no se apiadó. La libido en su caso es como la autoestima.

Sergio Ramos cerró una goleada que el respetable esperaba mayor, aunque desear siempre mucho más que la victoria conduce a la gula. Una media chilena con escasa oposición no resultó difícil para el capitán, un cacique en su área y en la contraria. Sólo entonces Zidane dio minutos a Ceballos o a Borja Mayoral, no antes, a pesar de que al Apoel apenas le quedaba nada, una aproximaci­ón de De Camargo, un delantero honrado que se marchó derrotado pero no vencido.

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KIKO HUESCA / EFE Cristiano Ronaldo celebra el primer gol ante el Apoel, ayer, en el Santiago Bernabéu.

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