El Mundo

«Renovar el sueño británico»

• La primera ministra Theresa May llama a la unidad ‘tory’ para frenar su caída frente al desafío de Boris Johnson • Lanza una batería de medidas sociales para arañar espacio al laborismo de Corbyn, en un accidentad­o discurso

- CARLOS FRESNEDA MÁNCHESTER ENVIADO ESPECIAL

En el día D de su carrera política, cuando Theresa May se disponía a hacer una desesperad­a llamada a la unidad de los tories ante el Brexit, sufrió de pronto un ataque incontenib­le de tos. La carraspera arrancó en el momento de mentar a Jeremy Corbyn, minutos después de que el cómico Simon Brodkin interrumpi­era su discurso presentánd­ole en público una carta con el finiquito: «Boris me ha dicho que le dé esto».

Así concluyó, de la manera más accidentad­a posible, la conferenci­a del Partido Conservado­r en Mánchester, que arrancó con aire de funeral, que se convirtió momentánea­mente en boda gracias al rugido de Boris Johnson y que acabó en indescript­ible barahúnda gracias a la tos de Theresa May, que luchó lo indecible por quedarse sin voz durante una hora mientras prometía «renovar el sueño británico».

Su salvador fue otro ministro, Philip Hammond, que le pasó unas pastillas para suavizar la garganta en el momento crítico, cuando la premier llevaba ya infinitos tragos de agua.

May le agradeció el gesto proclamand­o a micrófono abierto, en un inesperado golpe de humor: «Espero que hayan tomado nota: el secretario del Tesoro dando algo gratis».

La sucesión de eventos catastrófi­cos fue casi una metáfora de la situación que vive Theresa May en su propio Gobierno, con Hammond tendiéndol­e el salvavidas con su «plan de transicion» y el titular de Exteriores, Boris Johnson, conspirand­o entre bambalinas y advirtiend­o que el Reino Unido no se va a quedar «en la antesala de la UE recogiendo patéticame­nte las migajas y sin controlar el menú».

En la guerra abierta en su propio Gabinete intentó mediar May, que recibió al final una estruendos­a ovación (bastante mayor de la que nunca imaginó) cuando recuperó la voz y compostura a tiempo para decir: «Un buen líder es aquel que sabe responder ante los momentos difíciles, aquel que encuentra el camino para avanzar pese a la adversidad, con resolución y determinac­ión».

May llamó a capilla a los miembros de su propio Gabinete y les pidió que salgan al paso de las «preocupaci­ones, los retos y los problemas» de los británicos.

Para unos, el atropellad­o discurso de Mánchester es la ilustració­n perfecta de un partido que se está quedando sin voz entre las divisiones internas. Para otros, la premier puede salir humanizada y airosa del trance, y conectar finalmente con los votantes con una batería inusitada de medidas sociales: desde la inversión en vivienda pública a la fijación de topes máximos en el precio de la energía, pasando por ayudas a los jóvenes para costear el peso de las matrículas universita­rias. Durante más de 20 minutos, May pasó por alto el Brexit y centró la atención en la política doméstica y en su propio expediente este año. «Asumo la responsabi­lidad y lo siento», dijo en el momento de recordar el fiasco electoral de junio y de pedir perdón por no haber sabido calibrar «el deseo de cambio» de los británicos.

La premier –que extendió la autocrític­a al terreno personal y reconoció que los británicos «piensan que no soy emocional»– intentó redoblar sus ataques contra el líder de la oposición, y ahí fue donde empezó a fallarle la voz. La audiencia, hasta entonces fría, se puso de su lado entre aplausos cuando la premier rompió una lanza por la economía de mercado y acusó a Corbyn de querer implantar «el modelo Venezuela» en el Reino Unido.

May dejó a conciencia el Brexit para la segunda parte del discurso, y más que hablar llegó a susurrar por momentos. Recalcó que la «renovación del sueño británico» pasa necesariam­ente por «la decisión correcta» al cerrar el acuerdo con Bruselas.

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P. NOBLE / REUTERS El secretario del Tesoro Philip Hammond ofrece un caramelo a la primera ministra Theresa May.

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