El Mundo

El ‘president’ en su laberinto

- RAFAEL MOYANO

«QUÉ CARA nos ha costado esta mierda de independen­cia». Así de rotundo y desencanta­do se muestra el general ante uno de sus fieles tras recorrer Cartagena de Indias, «varias veces capital del virreinato y mil veces cantada como una de las más bellas del mundo». Simón Bolívar, El Libertador, quiso visitar la ciudad antes de embarcar hacia un exilio voluntario que solo la muerte evitó y se encontró con una población que, arrasada por las continuas guerras, no era ni la sombra de lo que fue. «Las familias ricas de los tiempos del oro habían huido», narra Gabriel García Márquez en El general en su laberinto, la novela histórica que profundiza en los últimos días del héroe de la independen­cia sudamerica­na. Cierto, una novela, una ficción, pero en la que el escritor colombiano investigó a fondo el personaje y aparcó su realismo mágico para hacer magia literaria con la historia.

Carles Puigdemont no es general y ha llegado a president por el designio del dedo acorralado de Artur Mas. No aspira al máximo rango militar, pero sí ha interioriz­ado que quiere pasar a la Historia como El Libertador, el título honorífico que se le otorgó a Bolívar años después de su muerte. Se cuenta que estos días frenéticos, que no fuimos capaces de imaginar, son el resultado de una estrategia sustentada por unos pilares forjados lentamente durante 40 años y que fueron rematados precipitad­amente como huida hacia adelante ante la crisis económica. Los ricos de unas tierras ricas, castigadas por la crisis como todas las demás, se sumaron al proceso o se refugiaron en la tibieza y ahora se han asustado. «Ya tenemos la independen­cia, general, ahora díganos que hacemos con ella», le dice uno de sus seguidores. Y Bolívar responde: «La independen­cia era una simple cuestión de ganar la guerra… Los grandes sacrificio­s vendrían después». Se elaboran informes para valorar el impacto económico, que es mucho. Los bancos, las grandes empresas, han tocado a rebato o directamen­te han iniciado la huida. Surgen las dudas. El president forma parte del núcleo duro, pero cuentan las crónicas que la presión les atenaza y las tensiones comienzan a aparecer entre los prohombres del independen­tismo.

El general vivió sus últimos días deprimido y abandonado. Solo después de muerto recuperó la gloria que le acompañó gran parte de su vida. A Puigdemont, que iba para sargento, ya no le queda otra manera de alcanzarla que seguir hacia adelante. «Carajos, suspiró el general. ¡Cómo voy a salir de este laberinto!».

«El general recuperó la gloria después de muerto. A Puigdemont ya no le queda otra manera de alcanzarla que seguir hacia adelante»

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