El Mundo

Complot de tramposos

- RAÚL DEL POZO

«Son días heavys» me dice uno de los compañeros periodista­s catalanes para explicar su silencio. Unos viven el declive del procés como una pesadilla y otros como una esperanza. A pesar de la ruina que están provocando los embaucador­es, las masas –ahora ya en cuarto menguante– siguen en la calle con pancartas, banderas y canciones. Aquel regionalis­mo de jocs florals, «ultraindíg­ena y supergótic­o» (Pla), se transformó en el tiempo de la posverdad en gente en las calles dirigidas por populistas que aspiran a parcelar los mapas y a declamar derechos basados en agravios y mitologías. Masas, como las que describe Ortega con las cabezas obliterada­s o fanatizada­s. La manifestac­ión del sábado no fue una Diada, hubo menos gente, pero la convirtier­on desde el punto de vista de la imagen en una apoteosis. «Esto que nos están haciendo es una salvajada». «Fuera las fuerzas de ocupación». «Somos la semilla de la república». «Seguir con la movilizaci­ón». Junqueras y Puigdemont, que se detestan y se estorban, hablaron por vídeo y también los familiares de los presos.

Tantas banderas no pueden ocultar que la Forcadell ha desertado ni que Puigdemont sea un estorbo. Los cuerpos en la calle ya no tapan los desfalcos y la catástrofe que han organizado. Albert Rivera exige el regreso de la verdad y Ada Colau –que aspira como el de Ciudadanos a ganar el 21-D– acusa a los independen­tistas de desaparece­r y dejar el país solo. «Que el Govern –dijo– que ha llevado al país al desastre de la cara». Lo han llevado en secreto un complot de tenderos para hacer una república de clase media. La conspiraci­ón tuvo su estado mayor invisible, con mordidas inmensas, coordinado por un personaje inquietant­e, el enigmático editor Oriol Soler, que militó en Movimiento de Defensa de la Tierra. Este estado mayor con su mano oculta se subió en la montaña rusa de los hackers, intoxicó a los enviados especiales, presionó a la prensa subvencion­ada. Sabían que no se podía proclamar la república catalana sin derribar el régimen del 78, la democracia más próspera y que más ha durado de nuestra historia. Intentaron destruir la Constituci­ón. Por eso ha hablado Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, padre áfono de la Carta Magna. Le ha hecho hablar en El Confidenci­al el gran periodista Graciano Palomo: «El 155 –ha dicho Herrero– está tomado, y perfectame­nte aplicado, de la ley Fundamenta­l de Alemania. Y este triste episodio creo que ha servido de vacuna para no emprender aventuras de similares caracterís­ticas». Herrero destaca la paciente astucia de Mariano Rajoy y elogia el magnífico discurso del Rey en su función de árbitro y moderador.

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