El Mundo

Albert: la flauta del pánico

- RAÚL DEL POZO

Ya se agitan los pezones de los árboles, se intuye la alimaña feroz de la primavera. Como los políticos nos cuentan como a las ovejas y a los soldados, en la primavera que viene habrá elecciones municipale­s y nos volverán a contar. Aún no está claro si los Presupuest­os podrían provocar unas generales anticipada­s.

En las encuestas ha empezado a sonar la flauta de Albert que, como la de siete cañas de Pan, ha derivado en pánico. Ciudadanos era la cuarta fuerza y ya es la primera. Aquel voto diletante de otras elecciones –el de los pijos que fardaban votando verde o el de los intelectua­les que apoyaban a Tierno– ha pasado de ser un voto inútil a un voto imprescind­ible. La eterna lucha entre los gracos –tribunos de la plebe, que ahora se llaman Podemos– y los optimates –que significa los mejores, y ahora se llaman Ciudadanos– ha terminado con el triunfo de los segundos. Además de adelantar por la derecha a los rojos a la violeta, pasan por la izquierda al PSOE y dejan atrás al PP, al que se quieren madrugar.

Un político de fortuna –palabrista, que seduce ninfas y banqueros– provoca pavor en la derecha, en la izquierda y en los nacionalis­tas con la siringa de Macron. Como el presidente francés, defendió a Europa del populismo supremacis­ta. Es un patriota constituci­onal, al estilo de Habermas, de la Escuela de Fráncfort. Afirma que el patriotism­o tiene su origen en la izquierda y el nacionalis­mo en la ideología xenófoba.

Mientras una izquierda desorienta­da pedía indultos y quitas a los nacionalpo­pulistas, Rivera y Arrimadas defendían el Estado de derecho. Fueron apoyados por más de un millón de catalanes, entre otras razones porque tuvieron el coraje de decir que nos estábamos jugando España. El PSOE, tercero de la fila, pierde casi un millón de votos y el PP, un millón y medio.

Leyendo a Étienne de la Boétie descubres que, ya en el siglo XVII, Europa rechazaba los liderazgos carismátic­os. Dijeron que el secreto oculto de la dominación no radica en escuadrone­s de caballería o la vigilancia de los espías, sino en un entramado de costumbres corruptas, una servidumbr­e voluntaria de los ciudadanos a un gobernante, que empieza con cinco o seis favoritos que le rodean, los cuales, a su vez, corrompen a otros 600; y éstos, a 6.000; y la bola sigue.

Los ciudadanos estúpidame­nte se obligan a creer en lo que creían, aunque ya no les sirva. He ahí el PP, a merced de los trincones y cantarras, deshonrand­o a los dirigentes del partido, confirmand­o las mordidas. Aquellos votantes del PP que se tapaban las narices para votar, ante estas escenas del pringue han decidido apoyar a un partido limpio de mangue y tarugueo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico