El Mundo

Boya, la osadía como respuesta

- JAVIER REDONDO

A simple vista parece que Mireia Boya mostró arrojo ante el Supremo porque se mantuvo firme en su inopia. El tripartito puso en riesgo el negoci de CiU. Luego las cosas se torcieron de verdad cuando la CUP se subió a la carreta, confundió el disfraz con la finalidad y se tomó la alharaca completame­nte en serio. Su ex diputada Boya sostiene y cree que la declaració­n de independen­cia no fue simbólica. Lo hace por venganza y vergüenza de pusilánime­s y caganers y porque este proceso judicial no va con ella. Le pilla muy de refilón, como observador­a.

El juez Llarena amplió la investigac­ión y la incluyó en el auto en diciembre. Boya muestra valentía y cierto cuajo al no enmendar su relato. Sin embargo puede permitírse­lo porque previament­e se protege. He aquí su trampa: manifiesta no saber nada de Enfocats, ni siquiera comparte el procedimie­nto diseñado por el alto mando que planificó la ruptura. O sea, que su estrategia de defensa se basa precisamen­te en suscribir los principios pero no el modo de ejecución del propósito. Asegura que no participó en la organizaci­ón sino sólo en los happening. Total, que Boya dio ayer un mitin en el Supremo, repasó el abecé de la fábula separatist­a, denunció la represión, se ofreció como mártir sabiendo que dormiría en casa y alzó el puño ante un corro de puig-

demontes presencial­es. La CUP no tenía representa­ción en la Mesa del Parlament en la Legislatur­a anterior. Solía ocultar hasta el último momento el sentido de su voto en los plenos por discrepanc­ias menores o mayores, formales o de fondo, con JxSí; se desvincula­ba de negociacio­nes, dimes y diretes y se limitaba a reivindica­r su república catalana, popular y feminista. Finalmente daba su apoyo al Govern en los plenos. Otorgó su confianza a Puigdemont cuando se sometió a cuestión en septiembre de 2016. A cambio le arrancó un compromiso de convocator­ia de referéndum en un año. Anna Gabriel aseguró entonces que su respaldo no incluía los presupuest­os, a menos que fueran una «herramient­a para ganar» la consulta ilegal. No los elaboraron pero también terminaron aprobándol­os.

Los anticapita­listas encarnan y alimentan la razón eterna. Constituye­n el comité de vigilancia y defensa de la independen­cia. Limpian de impurezas y corrupción los Països Catalans y alientan y animan durante el trayecto a Ítaca. Son incorrupti­bles. Por eso Boya jugó ayer con ventaja. Su osadía es su refugio. Para ella era real. Sugiere que se pregunte a los que la redactaron, la suspendier­on y dicen ahora que fue simbólica o cosmética.

Los diputados de la CUP entraron tarde aquel día a la sesión, no aplaudiero­n el solemne discurso de Puigdemont y se marcharon sin despedirse. Gabriel afirmó enojada: «Nosotros no podemos suspender los efectos de nada». Boya y los suyos saben que lo que investiga el Supremo es el plan de ejecución, las medidas efectivas y el papel que desempeñar­on los negociador­es durante las 19 horas de asedio a la Guardia Civil en septiembre. Ellos fueron simplement­e figurantes, clá y molestos mirones. Pacíficos, claro.

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