El Mundo

El espíritu de Nadal

Un gran dibujo del tenista cubrió el fondo sur al inicio / CR, 11 goles en 7 partidos, levanta a un Bernabéu encendido como en las grandes citas

- JAIME RODRÍGUEZ

Gritó el estadio con la alegría desesperad­a del que se ha visto en la lona, casi perdido, agotado por los golpes de un año rarísimo. El segundo tanto de Cristiano Ronaldo, el que daba la vuelta a un encuentro apasionant­e, y el de Marcelo mandan al Madrid victorioso al Parque de los Príncipes, con una magnífica ventaja y advertido de los peligros de su enemigo, que también sabe ya cómo se las gasta el viejo león blanco.

El guión europeo de las noches grandes del Bernabéu se cumplía paso a paso hasta que Mbappé se marchó de dos rivales en la banda derecha como en jugada de dibujos animados. Tuvo algo de suerte en el rebote, pero quedó muy plástica la acción que acabó en el 0-1. El aliño definitivo lo puso Neymar con una dejada estupenda de espuela para que Rabiot hiciera casi lo más sencillo. Las dos figuras del PSG, quizá los jugadores más peligrosos del mundo en estos momentos junto a Messi, apagaron durante unos instantes el hinchazón madri- dista de la tarde, con llegada tumultuosa del autobús un rato antes y salida de la Ciudad Deportiva con los chavales de la cantera haciendo pasillo a los mayores. Tradicione­s de cita importante, como la que ayer esperaba en Chamartín, miércoles de campanilla­s a pesar de estar todavía en febrero. La mala cabeza del Real Madrid durante la temporada y la brillantin­a del rival convertían el duelo en el peliculón de estos octavos de la Champions.

La lona gigante que tapó el fondo sur también daba visón a la cita: «Vamos Real, el madridismo nunca se rinde» se leía en los laterales, con un enorme dibujo del hincha más famoso del mundo, Rafa Nadal. El espíritu indomable del tenista y su dominio en la tierra de París era el mensaje de apoyo al equipo de Zinedine Zidane, que irrumpió con fuego en el césped, duro en cada corte, intenso como los mayores hacían en las noches europeas de los 80, cuando este estadio se convirtió en abismo devorador de rivales. Emilio Butragueño resoplaba de envidia al ver las imágenes del giro del bus blanco hacia Concha Espina, la afición vibrando y los futbolista­s con los móviles encendidos.

Isco, la sorpresa en el once por delante de Bale, robó a golpe de riñón un par balones en los primeros dos minutos para explosión de la grada, metida de llena desde el saque inicial. En 180 segundos, el PSG ya sufría las estrechece­s del Bernabéu en partidos europeos. Un disparo cruzado de Cristiano («El primer tiro, nuestro», gritaba Camacho en aquellas remontadas) terminó de poner de pie a las gradas, entusiasma­das. ¿Sería posible la reacción el día y a la hora adecuada? Así fue en juego y ambición, aunque la puntería la tuvieron antes los franceses con ese gol de Rabiot que otra tarde hubiera sido devastador el ánimo del Madrid.

Sin embargo, las 12 Copas de Europa miraban severas, obligando a la reacción, recordando que el escudo vive para días así, para la lucha desesperad­a y a veces irracional en la competició­n que cinceló su leyenda. Los de ZZ superaron el golpe con orgullo y más fútbol, con Isco (¡pleno de pases correctos en la primera parte, 38 de 38!), Modric a los mandos, Kroos rompiendo líneas y Marcelo en su mejor versión. Por su zona llegó el penalti que Cristiano ejecutó para empatar y encauzar la remontada posterior. Suma 11 goles en siete partidos. «Es especial para mí cuando marco y gana el equipo», dijo con calma. Sabe que falta la vuelta.

«Es especial para mí cuando marco y gana el equipo», dijo el pichichi del torneo

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A. NEVADO / MARCA El tifo con la imagen de Rafa Nadal.

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