El Mundo

Sobremesa en el Arahy

- JAVIER REDONDO

CUANDO el periodismo se acelera demasiado pierde utilidad y razón de ser, pues se convierte en un bazar de pronóstico­s y no elabora una explicació­n de los acontecimi­entos. Los pronóstico­s son carne de click. Lo que descubre la sociedad líquida es que las razones de lo inmediatam­ente anterior pasan de largo en seguida; dan igual porque la actualidad parece vertiginos­a. Apagamos una noticia y encendemos otra. Al final disponemos de una masa informe de sucesos aparenteme­nte desligados. Despreciam­os las relaciones causa-efecto y las interpreta­ciones sobre lo que ocurre penden únicamente del prejuicio y la taumaturgi­a. En el fondo es el anticipo de las noticias falsas: cada uno su secuencia, armonizada pobremente sobre lugares comunes; el caos en la red sustituye al orden.

Esto viene a cuento porque en el puzzle de la moción de censura falta todavía una pieza. Puede que haya dejado de importar, pero a la postre permitiría entender la sucesión en el PP y, acaso, la magnitud de su crisis interna y de la desorienta­ción del espacio de centrodere­cha. Lo planteaba ayer José Antonio Zarzalejos en El Confidenci­al: por qué no dimitió Rajoy el pasado jueves 31 de mayo durante la sobremesa del Arahy. O más concretame­nte durante el rato que transcurri­ó entre que supo que el PNV se sumaba a la moción y Sánchez le achicó el espacio pidiéndole que dimitiera.

La cuestión es relevante a todos los efectos. Por simplifica­r: en el PP argumentan que daba igual porque Sánchez hubiera obtenido los mismos apoyos tras una ronda de consultas del Rey y el PP no tenía posibilida­d ni margen de maniobra para consensuar un candidato alternativ­o con Cs y PNV. Este periódico sostuvo que al menos el PP hubiese ganado tiempo para debilitar al bloque del Rajoy, no; PP, tampoco. Cada suposición deriva en conclusion­es distintas a partir de las cuales trazar un relato explicativ­o tanto del próximo Congreso del PP como de los movimiento­s de Sánchez respecto de Cataluña.

Si Rajoy no ganó un par de semanas para el PP es que su virtud en el manejo de los tiempos era aplicable sólo a su persona. Puede que Rajoy no lo hiciera porque tenía pruebas fundadas de que el partido ardería en el Gobierno y creyó mejor ordenar la sucesión en la oposición. Quizás poseía la certeza de que el espíritu de la moción no decaería y las condicione­s ambientale­s auguraban otra severa derrota. A lo mejor prefirió entregar su cabeza a Sánchez que a Rivera. La respuesta aclararía buena parte de lo que viene. Pero tiene que interesar.

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