El Mundo

No era tan difícil

- ANTONIO LUCAS

Tan escasa ha sido la carrera política del primer ministro de Cultura y Deporte de Pedro Sánchez que Màxim Huerta compareció para dimitir (por inducción) con la escenograf­ía del Gobierno anterior. Detrás del despedido

asomaba un cartelón anunciando el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. O sea, la publicidad de los tiempos de Rajoy.

Siete días ha durado el más extravagan­te de los fichajes. Siete días para desafinar en la Cultura. Siete días inútiles. Extraña forma de entender uno de los más nobles territorio­s sociales de cualquier democracia. Desconozco a quién se quería parecer Sánchez en este descuido que algunos vendieron con pompa y alegría.

Puede que el empujón a su ex ministro, aún sin desprecint­ar, sirva al líder socialista para demostrar a la infantería que viene a cumplir con su propia hemeroteca, pero lo arlequines­co no es la decisión de guillotina sino la colada previa. En Cultura se perpetró un error porque a casi ninguno le importa lo que allí sucede. Porque improvisar­on. Porque apostaron al duduá del espectácul­o. Tuvieron que hacer el ridículo para acertar plenamente. El acierto es José Guirao, uno de los mejores gestores culturales, un tipo sensible, inteligent­e, culto. Alguien capaz de revocar este lento desguace adivinado. Guirao sabe bien que la Cultura es vida que anima a dudar, que impulsa a no plegarse, que prefiere descreer, que propone otra forma de descifrar la realidad, más allá de cuatro palos ideológico­s para sostener malamente la uralita.

Pero el circo perpetrado (incluso bien resuelto en el descuento) es un síntoma inquietant­e para un Ejecutivo frágil y (en escaños) tan periférico. La Cultura manda mucho y desconfía del gesto en favor de la palabra. No era tan difícil acertar a la primera. Quizá faltó capacidad de seducción. Tampoco fue «caza de brujas» lo de que Màxim Huerta deje en Wallapop la cartera sin estrenar, sino un enredo político. Sánchez está en Moncloa porque la corrupción desalojó a los de entonces mientras exhibían una falsa prosperida­d. Dejar en Cultura huella y rastro, mejor que rostro, es posible tras siete años de PP. Basta con querer. Que lo más potable de la política cultural no sólo sea el piano del Toni II, donde se canta a la funerala

«un beso y una flor», de Nino Bravo. Chapeau, José Guirao.

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