Últimos cinco días de libertad para Urdangarin
El cuñado del Rey ha podido volver a Suiza pero antes del lunes debe entrar en prisión
En el verano de 1997, Iñaki Urdangarin viajó a Mallorca por primera vez para hospedarse en el complejo palaciego de Marivent. Años más tarde, en 2003, jugó allí una partida de pádel que iba a resultar crucial para su futuro: su invitado era el entonces presidente balear, Jaume Matas, y en uno de los descansos pactaron el primer contrato público a favor de su red de empresas. En 2011 declaró en los juzgados de la isla por primera vez como imputado. Y ayer, 15 años después de aquella sudorosa partida junto al Mediterráneo, voló a la isla por última vez en libertad.
El cuñado del Rey Felipe VI deberá ingresar en una prisión española en los próximos cinco días. El lunes acabará la interminable cuenta atrás iniciada desde que el juez José Castro y el fiscal Pedro Horrach empezaran a investigarle en el año 2010 por cobrar más de 2,5 millones de euros de las arcas públicas de Baleares gracias a concursos amañados. Un proceso judicial que acabó el martes con la sentencia definitiva del Tribunal Supremo, que fija la condena para el marido de la Infanta Cristina en cinco años y 10 meses de cárcel.
Sometido al mismo protocolo judicial que la Justicia balear aplica a cualquier ciudadano en su misma situación –una máxima que ha sido casi una obsesión para las tres jueces que le condenaron en primera instancia–, Urdangarin había sido citado por la Audiencia Provincial de Palma para que se le hiciera entrega en mano del documento que le conmina a entrar en la cárcel en los próximos cinco días naturales.
El que fuera duque de Palma, título del que fue despojado tras estallar el escándalo, llegó a Mallorca procedente de Ginebra, su lugar de residencia, en un vuelo de Easyjet que despegó de Suiza a primera hora de la mañana. En el aeropuerto le esperaba el mismo coche que usó en su última cita judicial el pasado año, un Nissan Juke color gris marengo. No fue directamente a la Audiencia, gastó tiempo junto a sus abogados. Luego, visiblemente abatido, aturdido en su último paseíllo, estuvo 12 minutos en el interior del edificio judicial.
Antes de abandonar la escena tuvo tiempo de escuchar los últimos abucheos hacia su persona y de paso hacia el conjunto de una Familia Real que ya hace años que recortó su lado de la foto. «Borbones a los tiburones», «Iñaki ya basta, devuélvenos la pasta»... La clásica y penosa banda sonora de sus visitas a los juzgados a lo largo de estos últimos años, a la que el cuñado del Rey pareció querer plantar cara con dos fugaces miradas al tendido. Los indignados viandantes locales se desahogaron a conciencia mientras las cámaras hacían su trabajo. Y entre los abucheos y los flashes, regueros de turistas curiosos que durante toda la mañana estuvieron preguntando a qué venía tanto revuelo.
Urdangarin abandonó la capital balear pasadas las tres de la tarde, de vuelta a Suiza, disfrutando de sus últimos movimientos en libertad al no habérsele retirado el pasaporte. La Justicia balear no tiene todavía información de la cárcel a la que acudirá, aunque en el entorno de algunos de los protagonistas del caso Nóos se especula con que podría elegir una prisión próxima a Vitoria, la de Zaballa, otra en Cataluña o incluso alguna en la frontera con Portugal. También se ha barajado la de Menorca por sus condiciones de baja ocupación.
El primero en presentarse ayer ante el tribunal fue Diego Torres, el socio de Urdangarin al frente del Instituto Nóos y su miríada de sociedades satélite, que canalizaron los fondos públicos desviados. Torres ha sido condenado a cinco años y ocho meses de cárcel tras haberle rebajado el Supremo la pena de ocho años y medio impuesta por la Audiencia balear. Como Urdangarin, Torres tiene cinco días para entrar en prisión de forma voluntaria y cumplirá su condena en un centro penitenciario de Cataluña, al ser residente en Barcelona.
Quien no acudió ayer a la cita en su ciudad natal fue Jaume Matas, el ex presidente de Baleares responsable de haber ordenado la entrega de fondos a Urdangarin, condenado por esta causa a tres años y ocho meses de cárcel en la que supone su sexta condena por delitos de corrupción política en los últimos seis años. De esa media docena, sólo dos han conllevado penas de prisión, al ser el resto multas por tres delitos de prevaricación y un cohecho pasivo.
El que fuera también ministro de Medio Ambiente en el Gobierno de José María Aznar envió a uno de sus abogados como emisario para comunicar a las jueces que iba a ingresar voluntariamente esa misma mañana en una prisión próxima a Madrid, donde reside actualmente.
Esta maniobra causó malestar en las jueces y la Audiencia llegó a preparar un protocolo para ordenar la detención del ex político en caso de que no ingresara en la cárcel a lo largo de la mañana. Inmediatamente, enviaron un escrito a la cárcel de Aranjuez para que confirmaran «con carácter urgente» que Matas había entrado en prisión. A las 13.50 horas, a falta de 10 minutos para que se cumpliera el plazo, el centro replicó confirmando el encarcelamiento del ex presidente de Baleares.