El Mundo

ESCATOLOGÍ­A EN ALSASUA

Ante la cita en Alsasua, el partido que lidera Sánchez no es que fuese equidistan­te sino que mostró un compromiso explítico con los ultras

- POR CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO

Alsasua es una granja de odio dejada de la mano del Estado. Ayer los energúmeno­s lanzaron piedras a Albert Rivera. Sin embargo, también en Navarra, la auténtica escatologí­a es la del PSOE.

La plaza central de Alsasua ya no olía a mierda cuando llegamos. Dos voluntario­s de la plataforma España Ciudadana se habían encargado de cubrir la pila de estiércol que un hospitalar­io grupo de aborígenes había depositado en el quiosco, ayer reservado para la prensa. Tampoco estaban las cuatro estacas que habían clavado sobre el excremento a modo de cruces: una para C’s, otra para el PP, la tercera para Vox y la cuarta para la bandera de España. Tachada en negro, claro. El Bar Las Vegas –¡Las Vegas!– permanecía cerrado con tres candados. Con las ganas que tenía yo de comerme un churro. Habíamos salido sin desayuno de Pamplona, bajo un manto de niebla, apenas perforado por ráfagas de una luz roja y gualda. Fue un presagio de lo que ocurriría en el pueblo.

En el corazón de Alsasua, protegidos por un recio cordón policial, demócratas bienhumora­dos de partidos distintos agitaban banderas de Navarra, España y Europa, a la espera de que llegaran los políticos. Fuera, enfurecida, gritaba la tribu. Me acerqué para escuchar sus consignas: «¡Españoles, hijos de puta!», «¡Guardia civil, terrorista!». Y sobre todo: «¡Fuera, fuera, fuera!». Aquí, una piedra. Allá, un escupitajo. Y a lo alto, la iglesia. En cuanto empezó el acto, las campanas de la parroquia de la Asunción empezaron a repicar, cada vez más histéricas, hasta sepultar la voz de Beatriz Sánchez Seco, víctima del bombazo de ETA contra la casa cuartel de Zaragoza. El párroco aseguró luego que su campanario había sido okupado, pero yo me acordé de Setién y su abyecta caverna carlista. Alsasua fue y puede volver a ser un pueblo español. Hoy es una granja del odio, dejada de la mano de Dios y del Estado.

¿Qué Estado? Mientras Fernando Savater hacía paciente pedagogía contra todos los identitari­smos, incluido el de Vox, recordé las sesiones del juicio contra los ocho energúmeno­s, «nuestros muchachos», su manada, que el 15 de octubre de 2016 apalearon a dos guardias civiles y a sus novias en el bar Koxka de Alsasua. Su aspecto de pijo impostado. Los sucios comentario­s de sus madres en el cuarto de baño, durante un receso. Y el testimonio de María José, una de las víctimas, detrás del biombo: «Tenemos que dejar el pueblo; gana el terror, gana el miedo». Como diría Juan Abreu: «Y ETA derrotada...». Entonces escribí que la intimidaci­ón en manos del poder hace innecesari­a la violencia. Hoy añado: el poder en manos del PSOE también.

El Partido Socialista Obrero Español ha dejado de ser un actor constituci­onalista. Se ha convertido en un partido ultra. De ultratumba. Hay que asumirlo y actuar en consecuenc­ia. Sólo desde una nostalgia senil se puede seguir albergando alguna esperanza en sus siglas. El PSOE ha expulsado de sus filas toda forma de vida inteligent­e y moral. Ya no hay nadie dispuesto a anteponer la igualdad y el progreso de los españoles a un puro proyecto de poder personal. No, tampoco la ultra-andalucist­a Susana Díaz. Lo hemos visto, hasta la vergüenza, en Cataluña: ese momento estelar, fin de época, cuando para justificar la traición del Gobierno al Estado, la vicepresid­enta Calvo negó que Sánchez hubiera dicho lo que dijo Sánchez porque entonces Sánchez no era el presidente Sánchez sino simplement­e un tal Sánchez, líder de la oposición. Y lo vemos ahora también en Navarra: la auténtica escatologí­a, inodora pero infame, es la del PSOE.

Navarra nunca ha estado más cerca de perder su autonomía para convertirs­e en lebensraum de la xenofobia vasquista y dinamita contra el sistema de paz y libertad alumbrado en 1978. Con ese objetivo trabajan nacionalis­tas, filoetarra­s y podémicos. Lo hacen como un bloque. Sin descanso. Mediante una perversa combinació­n de imposicion­es e incentivos. Y, sobre todo, ante la mirada muerta de los socialista­s. Hace unos días, la líder del PSN, María Chivite, proclamó solemnemen­te que prefiere que el frente anexionist­a gobierne otra legislatur­a a que lo haga la suma de UPN, PP y Ciudadanos. El pasado miércoles, Sánchez pactó con la presidenta navarra, Uxue Barkos, la cesión a la Policía Foral de las competenci­as de tráfico. Muy pronto –tomen nota– también le quitará a la Guardia Civil sus atribucion­es de rescate en montaña. Y después, Alde Hemendik! ¡Fuera de aquí! Lo que siempre soñó ETA. Lo que intentaron, a patada limpia, los matones de Alsasua.

Es hora de que Rivera y Casado pasen de las santas palabras a los útiles hechos

Y lo que permitió al nacionalis­mo catalán –tan moderado, tan estadista– convertir a su policía autonómica en un escuadrón golpista.

En los aledaños de la Plaza de los Fueros, los energúmeno­s chillaban, hacían peinetas y lanzaban piedras contra el coche de Albert Rivera. Alguien murmuró: «Y pensar que estos son los socios de Sánchez». No hay que olvidarlo nunca. Sánchez es presidente gracias al partido de ETA, a un prófugo de la justicia y a un preso ya oficialmen­te acusado por la Fiscalía de rebelión. Por si quedaba alguna duda, a la misma hora, el portavoz del PSOE en el Senado, Ander Gil, se encargaba de subrayar de qué lado está su partido: «Es una grave irresponsa­bilidad que las tres derechas vayan de la mano a Alsasua a avivar los conflictos y no a fomentar la convivenci­a». Esto no es equidistan­cia; es un compromiso explícito con los ultras. Lo asombroso es que todavía quede en el PP un Borja Sémper dispuesto a legitimar, casi con las mismas palabras, esta posición mendaz y corrosiva, contra el interés no ya de España sino de su propio partido.

A pocos kilómetros de Alsasua está Etxarri-Aranatz, otro pueblo enfermo donde el PP tiene dos heroicos concejales. Uno de ellos, Juan Antonio Extremera, acudió ayer al acto convocado por Rivera: «En las próximas elecciones autonómica­s y municipale­s, o vamos unidos UPN, PP y C’s o estamos todos muertos». Al menos ahora es sólo una metáfora. Le pregunté a la presidenta del PP navarro, Ana Beltrán, si está de acuerdo: «Absolutame­nte. Sánchez no tiene escrúpulos. No dudará en aceptar la anexión de Navarra para mantenerse en el poder. Tenemos que unir fuerzas. Formar coalicione­s. Mostrar generosida­d». Desde el escenario, las palabras del líder de Ciudadanos tuvieron la doble fuerza del eco: «Debemos ser generosos. Darnos la mano los que pensamos distinto. Construir el constituci­onalismo del siglo XXI».

Bien. Quizá sea hora de que unos y otros pasen de las santas palabras a los útiles hechos. Es falso, como dijo ayer Pablo Casado, que sólo el PP puede liderar el constituci­onalismo. El constituci­onalismo será plural o no será. Rivera y Casado deberían abandonar su debilitant­e pugna personal. Explicar juntos –como Nicolás Redondo y Jaime Mayor hace años, como Savater ayer– que el País Vasco y Navarra ya están unidos entre sí, y con Extremadur­a, y con Andalucía, y con Galicia, y que eso es España. Deberían formar una coalición en Navarra con un único punto en su programa, opuesto al del bloque reaccionar­io: la derogación de la Disposició­n anexionist­a cuarta. Movilizar a la ciudadanía hasta convencer a UPN de que abandone sus reticencia­s tácticas. Y convertir Navarra, la comunidad donde el constituci­onalismo está hoy más fragmentad­o, en punto de partida de un nuevo consenso racional por la libertad y la igualdad entre españoles.

Las campanas seguían doblando cuando me bajé del quiosco para emprender la retirada. Un grupo de guardias civiles y policías forales aguantaba impasible la presión de la horda. Les di las gracias. Sobre la acera, dos mujeres con las caras tapadas exhibían una pancarta con el dibujo de una vagina abierta y rota, rodeada por la siguiente frase: «Os ahogaréis en la sangre de nuestros abortos». Las miré un momento y pensé: ¿Qué coño tendrán en la cabeza? Seguí caminando hacia la salida del pueblo. De pronto, cuando ya estaba a punto de cruzar el puente a territorio seguro, un aborigen se bajó el pantalón y me enseñó el culo. Por el aspecto diría que era español.

 ?? VILLAR LÓPEZ / EFE ??
VILLAR LÓPEZ / EFE
 ?? EFE ?? La Guardia Civil protege a los asistentes a la concentrac­ión convocada por Ciudadanos, acosados por grupos radicales.
EFE La Guardia Civil protege a los asistentes a la concentrac­ión convocada por Ciudadanos, acosados por grupos radicales.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico