El Mundo

De los pulsos a los aplausos

SERGIO RAMOS

- ORFEO SUÁREZ

El liderazgo extremo del capitán nunca deja indiferent­e en el club blanco

Ser pitado por los tuyos en el Bernabéu tiene mucho que ver con aquello de que «quienes más te quieren, te harán llorar». Si se repasa la nómina de los agraviados, desde Di Stéfano y Míchel a Casillas o Cristiano, es para sentirse, incluso, importante. En este estadio, donde los pitos son algo idiosincrá­tico, al estilo del tendido 7 de las Ventas, no se silba a cualquiera. Sergio Ramos está en ese grupo, una leyenda en vida, pero en su caso a la talla futbolísti­ca se une un liderazgo extremo, al que una parte de la grada responsabi­liza tanto de lo bueno como de lo malo. En realidad, lo que el capitán escuchó en el partido frente al Valladolid es consecuenc­ia de su elección de ser más que un jugador, de convertirs­e en un personaje que jamás deja indiferent­e, con opinión y posición para todo, sea ante rivales, aficionado­s o periodista­s, como frente a sus propios entrenador­es y hasta el presidente, Florentino Pérez. Pulsos que lo llevan al estado que más le pone, porque, como el toro, se crece en el castigo. Entonces, aparece Panenka, como le llamaba Iniesta en los fastos de la segunda Eurocopa.

La forma de lanzar de esa forma el penalti, con una vaselina, la ha escogido Sergio Ramos en momentos muy significat­ivos. Lo hizo en las semifinale­s de la Eurocopa 2012, ante Portugal, después de haber fallado una pena máxima clave en Champions contra el Bayern, por la que escuchó algunas críticas. Volvió a hacerlo, el sábado, cuando parte del Bernabéu le pitaba. A más presión, más riesgo. Es su forma de vivir, y no le ha ido nada mal, aunque sabe el defensa que todos a los que ha desafiado, le esperan.

Zidane decía que tenía dos líderes en el Madrid, uno en el campo (Cristiano) y otro en el vestuario (Sergio Ramos). Huidos los dos primeros, queda un líder al que señalar, al margen del líder máximo, Florentino, al que también se ha pitado, como responsabl­e de los males del equipo. La explicació­n está en que el capitán no sólo quiere jugar, sino influir, como demostró al decir cuál era el modelo de entrenador que le convenía al Madrid, en mitad de las negociacio­nes con Antonio Conte. El hecho de que no viniera el italiano se vincula con sus palabras más de lo debido. Lo mismo ocurrió con la defensa del grupo de jugadores españoles del vestuario hasta colocar a Lucas Vázquez por delante de alguna de las incipiente­s estrellas del mercado. El concepto clánico marca su forma de hacer grupo.

Durante su cohabitaci­ón con Cristiano, entendía que el portugués fuera el mejor pagado, pero no que otros ganaran más que él, dada la aportación de cada uno al equipo. Por eso pidió al presidente ganar un euro más que Bale. Si hubiera podido elegir un fichaje más caro, lo tenía claro: Messi. Así se lo dijo al padre del argentino.

El crecimient­o como líder en un vestuario ya sin Raúl, Casillas o Cristiano ha sido observado con preocupaci­ón por la cúpula del club, como si se tratase de un contrapode­r. Ese hecho le ha llevado a plantearse perfiles de entrenador­es más jerárquico­s para restituir otro orden en el vestuario.

No es el caso del interino Solari, al que el capitán defiende porque le respeta. Lo mismo sucede en la selección, donde el grupo liderado por el madridista decidía demasiadas cosas, según los nuevos gestores. Luis Enrique es la respuesta, pero el capitán sigue en su sitio, porque, a su manera, es irrepetibl­e. Como ocurre con Panenka.

Su liderazgo para todo provoca inquietud en la cúpula del Madrid y de la Federación

Entendía que Cristiano ganará más que él, pero no Bale; pidió un euro más

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JAVIER SORIANO / AFP Sergio Ramos celebra su gol de penalti ante el Valladolid.
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