El Mundo

Modric busca ser de nuevo la brújula del Madrid, que juega hoy en Pilsen

El croata paga un verano frenético y el Madrid sufre su bajón / Solari, obligado a una victoria en Pilsen

- JAIME RODRÍGUEZ PILSEN ENVIADO ESPECIAL

La última vez que el Real Madrid jugó en la República Checa, Zinedine Zidane dibujó un regate que le acompañarí­a para siempre en sus highlights. Fue una ruleta perfecta para irse de dos rivales en el centro del campo, una de las primeras que ejecutaba vestido de blanco. Pisó con sus botones la pelota, se giró como un bailarín y tiró directo hacia la portería. El madridismo suspiró. Un rato antes, se había estrenado marcando en una competició­n que cerraría en Glasgow con su inolvidabl­e volea. La sombra del francés persigue a su ex equipo por el torneo que ha dominado en los últimos años. El reto es enorme: ganar la Champions sin él cerca, algo que no sucede desde la Octava (2000).

Quedan mimbres aún para intentar la hazaña, pero deben espabilar con urgencia. Por ejemplo hoy, en esta capital de la cerveza (su suave fórmula es la más popular del mundo). Uno de los atascados es Luka Modric. La depresión futbolísti­ca del Madrid encuentra argumentos en el estado de forma del croata, gris como el resto de la plana mayor blanca. Si se apaga él, los pases filtrados desaparece­n y el salto de líneas también. Pocos como el pequeño centrocamp­ista han sabido, sobre todo en la Copa de Europa, mecer los partidos en sus pies, dando el ritmo necesario en cada momento. Ahora, el 10 resopla, y con él todo su equipo. «Anda seco de piernas y mente», lamentan en el club, donde se preguntan si el bajonazo de su director de orquesta será algo puntual o el aviso lógico de la edad.

A sus 33 años, Modric atraviesa un 2018 de montaña rusa. A finales de mayo levantaba su cuarta Champions con el Madrid y seis semanas después, rozaba el cielo en Moscú con su selección. Tras el subcampeon­ato del mundo y recibir el Balón de Oro del torneo, ganó en septiembre The Best, el premio de la FIFA al mejor jugador del año. Pero de esa gala triunfal, de ese vuelo privado de Londres a Barajas, regresó él (y el resto de madridista­s galardonad­os) con el viento en la cara. Cosa de brujas. Nada volvió a ser igual. El equipo descabalgó, Lopetegui fue despedido y los titulares se mueven ahora bajo observació­n del nuevo entrenador, tentado a dejar en el banquillo esta misma noche a futbolista­s intocables. ¿Se atreverá? «Problemas integrales», dijo ayer, cuando le preguntaro­n por el mal paso de algunos popes, sin querer personaliz­ar.

Paga Modric la resaca de un intenso verano, que a punto estuvo de llevarle al Inter de Milán. En el club sentaron fatal las maniobras de sus agentes (Pedja Mijatovic entre ellos) para vestirle del club italiano mediante propuestas económicas disparadas. Un seductor contrato, quizá el último de su vida, que le hizo dudar. Una oferta irrisoria que enfadó mucho al Madrid. Proponían los dueños chinos del Inter pagar al jugador saltándose el control del fair play financiero, gracias a patrocinio­s de sus país, siempre que éste consiguier­a salir del Bernabéu a precio de saldo. Que en unos meses tan convulsos, por culpa de la salida de ZZ y Cristiano, Modric dejara crecer el asunto de su presunta marcha fue muy mal digerido por la directiva, la misma que le dio ayuda legal para lidiar con el feo asunto de tribunales que arrastra en su país. Le acusan allí de falso testimonio en el marco de una investigac­ión sobre corrupción en el fútbol croata.

Al incorporar­se a la pretempora­da y comprobar que las promesas chinas del Inter tenían fisuras, se reunió con Florentino Pérez. Todo se cerró rápido. Unas disculpas, una mejora del contrato apalabrada y un abrazo para cerrar el caso sin mayores daños. Sin embargo, tanto ruido y tanto esfuerzo en sus piernas, exprimido en el Mundial, le están pasando factura. Él promete que sólo es una gripe pasajera, que volverán pronto sus piernas fuertes, su mente lúcida. Más le vale al vigente campeón, obligado al triunfo esta misma noche ante el modesto Viktoria si no quiere complicars­e la fase de grupos. «Vinicius transmite alegría», avisó ayer Solari.

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