El Mundo

Una juez con más de un exceso verbal

- MANUEL MARRACO MADRID

La extremeña Ángela Murillo fue la primera mujer en acceder a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Fue hace 25 años y hace una década se convirtió en la primera presidenta de una de sus cuatro secciones. Presidir un tribunal supone ser el único magistrado que toma la palabra, una prerrogati­va que en el caso de Murillo se ha demostrado fecunda. Ha presidido juicios de gran relevancia, como el caso Ekin contra el aparato político de ETA o, más recienteme­nte, el de las tarjetas black, pero lo que le ha dado fama son los excesos verbales en los que ha incurrido de forma recurrente. Tal vez por su costumbre de expresarse de manera muy llana, algo que relaja el ambiente en los juicios pero que suele provocar las muecas en los más pomposos.

Su momento álgido llegó en 2001 en un juicio contra el terrorista Javier García Gaztelu, Txapote. Tras escuchar el relato conmovedor de una viuda, se dio cuenta de que el jefe etarra y otros acusados parecían llevar una conversaci­ón entretenid­a en el receso. «Pobre mujer, y encima se ríen estos cabrones», le pilló diciendo un micrófono abierto. La juez tuvo que apartarse de ese tribunal por falta de imparciali­dad.

Al margen de la frase estudiada en la sentencia de Estrasburg­o, con Otegi ya las había tenido en ese mismo juicio del caso Bateragune. En una de las sesiones, el líder abertzale preguntó si podía beber agua. «Por mí como si bebe vino», respondió despectiva la presidenta. A otra acusada que acababa de decir que estaba en contra de la violencia política le preguntó: «¿Qué es la violencia política? ¿Un tiro en la nuca es violencia política?». Y a un testigo que al llegar al juicio había saludado efusivamen­te a Otegi le dijo, tras el obligado formulismo de preguntarl­e si tenía amistad con el acusado: «Le conoce y le quiere una barbaridad, por lo que he visto».

En otro juicio por terrorismo, reprendió a la acusada Idoia Mendizábal Múgica, Ilargi, por poner los pies encima del banco. «¡Guarde la compostura, que no está usted en un bar, señora!», le dijo. La acusada comenzó una protesta que Murillo zanjó con un «¡que se siente normal!».

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J. B. Ángela Murillo.

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