El Mundo

«Mis sobrinos dicen que soy clásico y les doy unos eurillos»

- LUIS ALEMANY

Pregunta.– Canta: «Niños de papá que me enseñan los dientes». ¿Se acuerda de cuándo empezó a ver a críos del Liceo Francés y de los jesuitas en sitios de hip hop? Respuesta.– Creo que a partir de 2003, cuando publiqué Poesía difusa. Hasta entonces, en los conciertos sólo había b-boys, asustaba un poco. Pero mire, me encanta ese cambio... Cuando yo iba al instituto éramos tres rappers en clase; ahora hay tres que no lo son.

P.– Los chicos de clase media de su generación más o menos educados desdeñaban el hip hop, en parte por una cuestión clasista.

R.– Eso lo sé yo mejor que nadie, que vengo de una familia de clase media. Pero me crie en San Blas, en un barrio humilde, y la gente ahí se agarraba al hip hop de una manera muy bruta, muy desesperad­a. El hip hop no era para todos, el hip hop te exigía.

P.– ¿Añora todo eso?

R.– Lo añoro. Era muy puro todo. Hoy, esto tiene más que ver con la moda y con los likes. P.– A cambio, ligar para un hiphopero en 1995 era dificilísi­mo. Eso yo lo recuerdo.

R.– Éramos lo peor para ligar. Si ni siquiera nos dejaban entrar en los garitos... Me veían con la gorra y me decían: «Tú, no». Y yo: «¡Tío, que voy a ser famoso!». Hasta en El Corte Inglés me prohibiero­n entrar una vez.

P.– ¿Había mujeres en aquel ambiente?

R.– La relación con las chicas era... Digamos que al principio las conocías en clase, te hacías

su amigo y les decías: «Hay algo, un secreto que quiero que sepas de mí». Luego empezaban a venir, empezaban a hacer grafitis... Y entonces ya éramos todos iguales.

P.– ¿El primer MC homosexual que conoció?

R.– No sé. Había chicos que quizá lo fueran y quizá lo escondiera­n. Y ya entonces me parecía una bobada. En esa época nos veíamos muy de izquierdas y eso incluía dejar que todo el mundo fuese lo que quisiera.

P.– Y ahora, ¿tiene críos alrededor? Sobrinos adolescent­es, algo así. R.– Sí. Escuchan trap, sobre todo, y me dicen que lo mío les gusta, que soy un clásico. Puede que sea para no ofenderme, pero yo les doy unos eurillos de todas formas. Me asusta un poco no sintonizar con ellos. Pero, ¿qué voy a hacer? Tampoco voy a transforma­rme en lo que no soy.

P.– Verdadero o falso: ponernos enfáticos nos convierte en unos pesados.

R.– Qué putada de pregunta. Falso. Bueno, no sé. Dígame a qué se refiere con enfático.

P.– Que transmite su mensaje con mucha insistenci­a y no tiene grietas en sus ideas.

R.– Depende de lo que tenga cada uno en la cabeza. Hay gente que asusta con sus ideas. Pero me gustan los amigos que creen en lo suyo y lo defienden a muerte.

P.– ¿Hablamos de baloncesto? ¿Qué hará Luka Doncic en su año de rookie?

R.– 20 puntos, cinco rebotes, cinco asistencia­s. Me encanta Doncic. Y Juancho Hernangóme­z también. A ver si se la pasan ya.

P.– Doncic es el tipo de jugador que gusta a los que oímos más Radiohead que Public Enemy.

R.– Lo sé, pero yo me identifico con el europeo que habla su lenguaje y va a por todas.

P.– ¿Qué tal jugaba al baloncesto?

R.– Bien. Tipo Tony Parker, base virguero.

P.– Tenía que ser muy odiado por los rivales.

R.– En alguna pelea me metí, sí.

P.– Y de juerga, ¿se metía en peleas?

R.– Alguna. Pero no las buscaba yo.

P.– Todos los chicos nos metimos en una bronca de noche, un poco sin querer.

R.– Alguna, sí... ¿Cuatro o cinco es «alguna»?

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OLMO CALVO

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