El Mundo

DEL ‘SÓLO SÍ ES SÍ’ A LA ‘LEY TRANS’, LA GUERRA ETERNA DEL FEMINISMO

REBECCA SOLNIT

- POR REBECA YANKE /

VIVIMOS EN UN MUNDO EN EL QUE LA VOZ DE UNA MUJER NO TIENE LA MISMA CREDIBILID­AD”

“UNA CLAVE DEL FEMINISMO ES QUE LO QUE LE OCURRE A UNA SEA PROBLEMA DE TODAS”

La mesa blanca sobre la que Rebecca Solnit (Connecticu­t, 1961) lleva escribiend­o desde que tiene 19 años se la regaló una amiga a la que su ex intentó asesinar propinándo­le 15 puñaladas. Al ex, por cierto, no le pasó nada porque, como se suele decir, eran otros tiempos.

SSolnit ha escrito más de 25 ensayos. El más famoso y el que la convirtió en una de las voces más respetadas del feminismo actual (también el que menos le costó escribir: le salió casi de una sentada, de pura rabia) es Los hombres me explican cosas, donde narraba cómo un hombre insistió repetidame­nte en explicarle un libro sobre el fotógrafo Eadweard Muybridge que ella misma había escrito. La escritora, autora del neologismo mansplaini­ng, que explica este trato condescend­iente hacia las mujeres, acaba de publicar dos libros en castellano: una colección de ensayos, La madre de todas las preguntas (Capitán Swing), y unas memorias, Recuerdos de mi inexistenc­ia (Lumen), donde cuenta cómo se convirtió en la mujer que es hoy.

PREGUNTA En sus memorias habla de la violencia contra la mujer como una epidemia.

RESPUESTA Si admites la enormidad del problema, entonces hay que asumir que es inaceptabl­e y que hay que hacer algo al respecto. Históricam­ente, la violencia contra las mujeres ha sido escondida: avergonzan­do a las víctimas, desacredit­ándolas o incluso culpándola­s. Una de las cosas que más me enfurecen es esa vieja historia de que las mujeres que han sido violadas mienten. ¿Sabes quién miente todo el rato? ¡Los violadores!

P. ¿Por qué hay tanta reticencia a verlo así?

R. Porque hacerlo supone socavar el statu quo en el que los hombres tienen la voz y a las mujeres no hay que creerlas porque mienten. Hay muchos que todavía no están preparados para ello. Es un punto ciego de nuestra cultura. En Estados Unidos cuando un hombre blanco comete un crimen se le intenta presentar como alguien que estaba enfermo o que tenía ideas extremista­s. Como si fuera una excepción, cuando es la norma.

P. Dice que la violencia afecta a todas las mujeres.

R. Incluso no habiendo sido violada, sufrí un intento de violación, y aunque nadie ha intentado asesinarme, conozco a muchas mujeres a las que sí intentaron matar. La violencia es algo que nos afecta a todas las mujeres. Nos toca. Nos llega. Basta ya de pretender que los incidentes son aislados, aleatorios, insignific­antes. Lo que hace toda esa violencia es socavar la libertad, la dignidad, la igualdad y el poder de todas las mujeres. Todas las mujeres viven sabiendo que un hombre podría propasarse con ellas en el ascensor, caminando por la calle, en su puesto de trabajo, en casa.

P. Aunque no suceda, la posibilida­d está ahí, todo el rato...

R. Vivimos en un mundo en el que lo hombres son depredador­es y las mujeres son presas. Sé que no todos los hombres son depredador­es y yo misma, que ya he cumplido los 60, me siento mucho menos presa que a los 20, pero esa experienci­a te marca. Vivir en un mundo donde puedes ser violada y todos mirarán hacia otro lado o te culparán de ello significa vivir con una vulnerabil­idad aterradora.

P. ¿Qué le diría a los que opinan que el #MeToo es una nueva caza de brujas que aspira a destruir las carreras de hombres poderosos?

R. Muchos dicen que está llegando demasiado lejos. Yo creo que hasta que el acoso sexual deje de ser una epidemia y de tener un impacto en las vidas de mujeres, seguirá. Las acciones de los hombres deben tener consecuenc­ias, si hacen algo mal se les debería castigar. Es increíble que algo tan básico sea visto como un deseo de venganza de las mujeres o algo irracional, exagerado o injustific­ado. Cuando a un ladrón le atrapan robando y se le castiga, el ladrón no acusa al banco de buscar protagonis­mo o venganza. El caso de Taylor Swift es muy ilustrativ­o.

P. Refresquém­oslo.

R. Ella se quejó de que un locutor de radio le había tocado el culo y la emisora decidió despedirle. Él se presentó ante el mundo como una víctima porque perdió su trabajo y la demandó. Ella le contradema­ndó por un dólar. Lo hizo porque no necesita el dinero y porque tiene millones de niñas seguidoras a las que quería demostrar que no hay por qué tolerar que te toquen el culo. Fue él el que decidió tocarle el culo, ¿por qué tendría ella que asumir las consecuenc­ias?

P. Siendo una niña también sufrió repetidos intentos de abuso y maltrato, pero en las memorias aborda esa parte de forma superficia­l.

R. El acoso y abuso en la infancia son experienci­as muy universale­s, la verdad es que se ha escrito tanto sobre el tema que no creí que tuviera que contar algo especial al respecto. El libro va sobre esa sensación de acoso permanente callejero, de miedo crónico, de todas esas veces que pensé que un extraño iba a hacerme daño. No hace falta que te pase para que te afecte. Es la historia de mi amiga, a la que su ex propinó 15 puñaladas, o la de mi madre y todos sus hijos, que sufrimos el maltrato de su marido, mi padre. Una de las claves del feminismo es hacer que lo que le ocurre a una mujer sea un problema de todas.

P. ¿Por qué es tan importante la credibilid­ad?

P. Porque la violencia es una consecuenc­ia de no tener voz. Si la primera mujer a la que Harvey Weinstein acosó le hubiera denunciado y hubiera sido escuchada, él no habría estado durante décadas abusando de mujeres. Habría ido a la cárcel. El hecho de que abusara de más de un centenar de mujeres es la prueba de que vivimos en un mundo en el que la voz de la mujer no tiene la misma credibilid­ad que la de los hombres. Por eso es tan importante ser tenida en cuenta, no ignorada.

P. A usted le pasó, su propio editor la ignoraba.

R. Lawrence Ferlinghet­ti no me saludó durante años, pese a que editaba mis libros. No se habla lo suficiente de todas esas sutilezas y de cómo te minan como persona.

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DAVID LEVENSON / GETTY

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