El Mundo

CIENCIA

Entrevsita con Pedro Alonso, investigad­or y director del Programa Mundial de Malaria de la OMS

- MÓNICA TIMÓN

La malaria o paludismo es una enfermedad parasitari­a que afecta a más de 230 millones de personas cada año y causa la muerte de unas 430.000 de ellas, sobre todo niños. Pedro Alonso transmite con sus palabras su entusiasmo intacto por acabar con esta enfermedad, a pesar de llevar más de 25 años tratando de eliminarla. Ayer recogió el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimien­to en la categoría de Cooperació­n al Desarrollo, galardón que comparte con Peter Myler.

Pregunta.– ¿Se lograrán los objetivos marcados por la OMS para reducir la mortalidad de la malaria?

Respuesta.– Evidenteme­nte es pronto todavía. La estrategia global tiene cuatro objetivos: reduccione­s del 40% en muertes y 40% en enfermedad, eliminar la malaria en 10 países y, por último, la no reintroduc­ción. En este informe, lo que decimos es: no podemos asegurar que vayamos a conseguir los dos primeros objetivos antes de 2020. En cambio, en los dos últimos vamos a ir muy bien, incluso podemos llegar a sobrepasar las expectativ­as. Esto en gran medida viene determinad­o por la financiaci­ón. Ésta aumentó mucho entre los años 2005 y 2010-2011 pero, desde entonces, se ha mantenido. Esto supone que ahora mismo estemos en un 50% de la financiaci­ón de donde deberíamos estar.

P.– ¿Se puede hablar de erradicaci­ón y eliminació­n de la malaria?

R.– Hay tres términos importante­s: control, eliminació­n y erradicaci­ón. Control es reducir la enfermedad y muerte a niveles aceptables desde un punto de salud pública. Eliminació­n es eliminar completame­nte el parásito en una zona geográfica. Erradicaci­ón es a nivel global, que desaparezc­a del mundo. Hace 50 años, la terminolog­ía era distinta. El término erradicaci­ón generó mucho miedo en la OMS porque hubo un primer intento de erradicar la malaria en los años 50 que fracasó. El trauma del fracaso hizo que el término diese cierto respeto. Ahora esto se empieza a ver con otra visión. Queremos erradicar la malaria, ¿lo vamos a conseguir en 10 años? No. ¿En 15? Casi seguro que tampoco. P.– ¿Cuál es el papel de las medidas de prevención en esa batalla? R.– En un estudio que publicamos en Nature se demostraba que, en la última década, se ha reducido la mortalidad en más de un 60%, los casos de enfermedad en más de un 40% y se han evitado seis millones de muertes. ¿Y cómo han contribuid­o las herramient­as que tenemos a estas disminucio­nes? Aproximada­mente el 70% de las reduccione­s de muertes han sido por mosquitera­s impregnada­s de insecticid­a. Ésa es la herramient­a clave ahora mismo. Para la gente, la imagen de la vacuna es la de una bala mágica. El problema es que, en malaria, no hay ninguna bala mágica.

P.– ¿Qué obstáculos hay para aumentar la efectivida­d de la vacuna?

R.– Hasta ahora ha sido todo un proceso bajo un contexto de investigac­ión. En cualquier caso la eficacia es moderada, aunque puede tener un impacto en la salud pública muy notable. Evidenteme­nte queremos una vacuna que tenga no un 40% de eficacia sino un 80 o un 90%.

P.– ¿Tienen futuro las técnicas de biotecnolo­gía en el control de los mosquitos?

R.– Totalmente. El mundo del control de vectores está evoluciona­ndo a una enorme velocidad. Son conceptos de investigac­ión que están en marcha y pueden suponer una revolución o el desarrollo de nuevas herramient­as que se sumen a las que ya tenemos.

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JAVIER BARBANCHO

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