El Mundo

Va por ellas, por nuestras madres

- LUCÍA MÉNDEZ

HARÁ unos 40 años que mi madre escandaliz­ó al cura, y por consiguien­te a todos los vecinos del pequeño pueblo de Sanabria, al convertirs­e en la primera mujer que se puso pantalones. Con el país a punto de encarar la Transición, los curas aún marcaban la opinión pública en aquellos pueblos aislados del mundo, con las calles de barro y sin agua corriente en las casas. Ella nunca oyó hablar del feminismo y apenas tenía estudios, más allá de leer y escribir. Pero, de alguna manera, intuyó que las mujeres tenían derecho a vestirse como quisieran. Así que encontró tiempo entre arar, sembrar, recoger, criar gallinas y cerdos, guisar, cuidar de su padre, de su marido y de sus hijos, ahorró unas pesetas y se fue a comprar unos pantalones de tergal, verdes y anchos.

De alguna manera, ella quiso para la niña un futuro mejor que su presente y supo que eso sólo era posible a través de la educación. Prescindió de su hija como mano de obra para la casa y me mandó a estudiar. Nunca quiso verme a su lado en la siega, la maja y la trilla del trigo y del centeno, penosos trabajos veraniegos efectuados con olas de calor y sin aire acondicion­ado. Aun de vacaciones escolares, mi madre me quería al margen de aquello. «Tú, a estudiar, vale más lo que tú sabes que todo esto».

Las mujeres son las grandes protagonis­tas del gran cambio experiment­ado por España en los últimos 40 años. En cuatro décadas, hemos atravesado varios siglos y lo hemos hecho gracias a ellas. A nuestras madres, que sin saber ni una palabra de Simone de Beauvoir, impulsaron a sus hijas a estudiar para valerse por sí mismas y no depender de ningún hombre.

Hace poco, una señora me paró por la calle. «Perdona que te moleste, quiero decirte que me gusta mucho lo que haces, y que ya era hora de que las mujeres llegarais ahí». En el fondo de esa satisfacci­ón de género, pude apreciar el orgullo de mi madre, que se fue demasiado pronto, y el de todas las madres. Las mujeres jóvenes de aquella época han envejecido con alegría viendo a sus hijas llegar a donde ellas no pudieron. Viajan, van al cine los miércoles y quedan a merendar con sus amigas. Da gusto verlas, con el aire de sentirse libres, tras vivir encadenada­s al marido. Y, lo mejor de todo. Sus nietas, nuestras millennial­s, son increíbles. Mujeres inteligent­es que mueven el mundo, libres y capaces. El orgullo de sus abuelas.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico