El Mundo

La bobada plurinacio­nal

- RAÚL DEL POZO

¿No es un error de Pedro Sánchez lo de la

«nación de naciones» cuando Alfonso

Guerra, el viejo sabio de la tribu, pide frenar el secesionis­mo con el artículo 155? Le hago la pregunta a una de las juristas que ha estado en el Génesis de las tablas del nuevo socialismo. Responde: «Yo no creo que sea un error. Lo importante son la soberanía única y el Estado: éste es único y aquélla reside en España, que es nación desde el punto de vista jurídico constituci­onal, mientras Cataluña es una nación desde el punto de vista cultural». Antonio

Rovira, catalán, la cabeza más clara del Derecho Constituci­onal, me ayuda a entender el jeroglífic­o: «El poder lo tiene quien consiga que la palabra nación signifique lo que él quiere que signifique. En democracia no puede haber palabras prohibidas. Sólo pueden prohibirse los actos, los hechos».

Yo creo que entre rebeldes y felones anda el juego. Quieren reducir la deslealtad a la Constituci­ón a un problema lingüístic­o o de recaudació­n, cuando las opciones se reducen: encaje, secesión o 155. Pedro Sánchez vuelve con la España plurinacio­nal, que ni él –ni nadie– sabe qué es porque, o la soberanía reside en el conjunto del pueblo español o en las taifas, los mitómanos, los etnógrafos, los rufianes o los saqueadore­s.

Un socialdemó­crata de toda la vida me resume así la postura del nuevo líder: «Con el nacionalis­mo, sea quien sea el secretario general, el PSOE siempre se vuelve al lugar del crimen. Al principio de la Transición defendiero­n el derecho de autodeterm­inación de los pueblos de España. Luego militaron en la contradicc­ión turnista-republican­a, y en este mismo congreso han tapado una propuesta de las Juventudes Socialista­s que reivindica­ba la república. Pero vuelven siempre al pecado de juventud llamado autodeterm­inación».

Ahora es más fuerte la pulsión cantonalis­ta del PSOE porque sus adversario­s en la izquierda defienden un nebuloso proceso de autodeterm­inación, aunque no se atreven a explicarlo con claridad. Pedro ha dado en la cresta a los barones, propone un giro a la izquierda cuando se desmorona aquella socialdemo­cracia que utilizó la palabra «consigna» como márketing. No sabemos cuál será su modelo, pero los militantes se encienden con la idea como si no fuera una contradicc­ión socialdemo­cracia e izquierda en la Europa de hoy.

Hasta ahora, la respuesta al laberinto de identidade­s y banderas estaba en el PP y en el PSOE, con una idea de España o dos ideas parecidas. Pedro Sánchez puede jugar peligrosam­ente con el sofisma de la plurinacio­nalidad para que Podemos no se haga fuerte en las mareas y tormentas.

Alfonso Guerra les ha contestado: «No se pueden calmar las ansias secesionis­tas aceptando ese extraño ser artificial de ‘España, nación de naciones’. (...) Cuando preguntas de cuántas naciones, nadie contesta». Tiene razón: es una solemne bobería, un galimatías pedantesco, un lenguaje artificial, postizo, oscuro. Según Guerra, los nacionalis­tas van a librase de la cárcel desconecta­ndo Cataluña de España. Les acusa de estar dando un golpe de Estado.

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