El Mundo

Portavoza, fraila, pena y pene

- TRINOS Y REBUZNOS POR SANTIAGO GONZÁLEZ

CARMEN CALVO ya confesó haber sido «cocinera antes que fraila» y explicó su idea del ‘tomismo’ como arte de meter el dedo en la llaga. Ella salió en defensa de Irina: «Las mujeres tenemos todo el derecho del mundo a revisar el lenguaje, que es sexista». Una pionera a la que puso en su sitio Rosa Belmonte: «Por lo menos, el término ‘gilipollas’ no lo tenéis que revisar».

Irina dijo una chorrada, vale, no tiene mayor importanci­a. Todos sabemos que el macho alfalfa no la seleccionó por su sintaxis. La que fue mujer de Felipe González, Carmen Romero, tuvo su mal momento cuando era diputada por Cádiz y dijo «jóvenes y jóvenas», que ahora le copia la ‘podemita’ Lorena Ruiz Huerta. El problema de estas muchachas no es tanto su ignorancia, heredera del famoso maestro Ciruela, como su afán totalitari­o, su voluntad de torcer la mano a las escritoras españolas que le afeaban el rebuzno desde el ‘ABC’, a la RAE, a todo quisque, menos a sí misma que en su cuenta de Twitter se sigue definiendo como ‘portavoz’. @alfahispan­ia reivindica­ba para nuestras madres el invento de la igualdad de género: «Ni fiesta ni fiesto, ¡a estudiar!» Atalanta se preguntaba en mi blog si en la intimidad llamaría Irena ‘pena’ al ‘pene’ y si eso no deprimiría a su macho alfalfa.

Echeminga explicaba por qué suena raro ‘portavoza’: «hasta hace muy poco no habían mujeres en ese cargo en el Congreso». ‘No habían’, dice, pero sí ‘habían’ (sic): Rosa Díez, Ana Oramas, Soraya Sáenz de Santamaría, Margarita Robles y Marian Betialarra­ngoitia. Pablo Echenique no pierde ocasión de rebuznar si se tercia. Y ya puesto, aprovechó el roznido para dar doctrina a favor de la igualdad: «Las mujeres mayoritari­amente asumen las tareas reproducti­vas, muchas veces sin cobrar», quizá creyendo que toda mujer es un vientre de alquiler. Sin entrar en cuestiones monetarias, Cristina Seguí establecía la excepción: «salvo que seas de Podemos y entonces pueden gestarte tu padre o tu tío Facundo».

Una de las obras más conocidas de Max Weber se publicó como ‘El político y el científico’. El político era Pablo Iglesias. Lo otro, Pablo Echenique.

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