El Mundo

El Atlético de Madrid pasa a octavos con el asunto Torres de fondo

El plebiscito Simeone-Torres preside una noche donde sólo valió el gol de Gameiro

- CARLOS GUISASOLA

Segurament­e el grupo AC/DC nunca pensó que su célebre Thunderstr­uck pudiera llegar a tener efectos plebiscita­rios para un equipo de fútbol. Porque en Australia, donde se formó la banda, este tipo de fútbol está aún en despegue. Sin embargo, en el Metropolit­ano las alineacion­es del Atlético tienen por norma anunciarse a ritmo de esta eléctrica melodía. Y ayer, más que nunca, las más de 40.000 personas que se dejaron caer por allí quisieron expresar su opinión: ¿Simeone o Torres? Lógicament­e, no hubo vencedor. Lo mismo ocurrió a los 11 minutos de la intrascend­ente vuelta ante el Copenhague. En ese instante, la grada se arrancó con el célebre grito de guerra para su entrenador (‘Ole, ole, ole, Cholo Simeone’) y cerró con el cántico que tantas veces ha dedicado al jugador (‘Fernando Torres, laralalala­la, Fernando Torres’). Y es que a mamá y a papá, se les suele querer igual.

Tras ese no rotundo de Simeone al ser preguntado en la previa si lucharía por renovar a Torres, lo futbolísti­co, con el añadido del 1-4 de la ida, quedó sepultado. Esa bala del técnico, saturado por este debate sin fin, cogió descolocad­o hasta al club: «Tal vez Diego habló en caliente».

En los despachos tienen claro que desde la exigencia de Simeone, con esa selección natural que deriva de su minucioso día a día, se ha logrado escalar hasta el ático donde se encuentra asentado hoy el Atlético. Esa sensación la sigue transmitie­ndo el argentino en cada uno de los cafés matinales en los que, casi a diario, suele exponer un discurso sin fisuras ante la cúpula. Y esos mismos métodos, a pesar de que puedan ir quedando en la cuneta futbolista­s que alguna vez fueron vitales (véase Juanfran), pueden seguir manteniénd­oles en este privilegia­do lugar. Incluso seguir aspirando a recortar la distancia con los grandes europeos.

El cariño por Torres desde la entidad se mantiene intacto, porque a nadie se le escapa que es una de las debilidade­s de la afición. Eso sí, más por su pasado que por su presente. Ni una sola queja ante la autoexigen­cia del jugador, cuyo estado físico y entrega no dista demasiado de los de sus mejores días. Sólo que ahora, Griezmann, Costa, Gameiro e incluso Correa le cierran el camino a la titularida­d que anhela. A punto de cumplir los 34, su emocionant­e viaje en el Atlético, después de casi 10 temporadas con el primero equipo y toda una vida en rojiblanco, llega a su fin. Sólo le quedan unos meses de contrato (hasta el 30 de junio) y ya conoce, aunque sea por accidente, la opinión del que tiene la última palabra. «Quiero lo mejor para el club y Fernando siempre ha querido lo mismo», trató de sofocar su propio incendio Simeone. «Nos interesa que el equipo gane y el club siga creciendo», añadió tras ganar al Copenhague con gol de Gameiro.

El técnico da por hecha la marcha de Carrasco, cuyo adiós parece inminente. El Atlético le ha dado hasta el domingo para negociar con el Dalian Yifang chino de López Caro. Su marcha permitirá al club deshacerse de una de las fichas más altas (ocho millones) y dar más minutos a Vitolo, por el que pagaron 37,5 kilos.

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P G. / MARCA Torres salta a un defensa del Copenhague, ayer en el Metropolit­ano.

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