El Mundo

Simeone y Torres, la forma y el fondo

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Grandes mentiras de la humanidad, capítulo 283: «Si gritas, pierdes la razón». Falso. Si gritas, puedes dar mala imagen, diluir la fuerza de tus argumentos y hundirte en el concurso de popularida­d. Pero si tenías la razón, la sigues teniendo tras el ladrido. Con su «no» sísmico, Simeone perdió la batalla de la forma, pero no la del fondo. Tenía razón cuando era políticame­nte correcto y la sigue teniendo ahora que todas las madres del mundo le miran mal: la campaña que le acusa de ser injusto con Fernando Torres no se sostiene futbolísti­camente.

En lo que va de temporada, Torres ha jugado prácticame­nte lo mismo que Gameiro

(1.125 minutos por 1.147 del francés) con peores números (cinco goles y dos asistencia­s contra nueve y cuatro). Y en cuanto a Vietto,

mientras coincidier­on, el argentino disputó casi 300 minutos menos. En definitiva, Torres ha tenido la importanci­a que cabía esperar del rol que todo el mundo, él incluido, sabía que le tocaba este curso: tercer delantero sin Diego Costa y cuarto con él. Punto.

Y si por él fuera, ahí habría quedado el asunto. Porque en Torres no hay pose: si parece ejemplar es porque lo es. «Nunca se va a producir una división Simeone-Torres, no lo voy a permitir», dijo en diciembre y lo cierto es que no la hay. No cenan juntos, pero su relación profesiona­l es buena. Sin embargo, Fernando no ha conseguido que su gente mantuviese la misma actitud. Desde artículos acusando al Cholo de que le daba igual que muriese en Riazor, hasta el «cambiaría ya a Simeone, aburre a las ovejas» del dircom de su agencia de representa­ntes. Son opiniones lícitas, pero han buscado y creado un incendio evitable.

Si, para nosotros, hacerse mayor es que te salgan espinillas; para los equipos de fútbol, hacerse grandes es que les salga entorno. El Atleti tiene que aprender ahora a lidiar con él. Simeone, el primero, porque él también se ha equivocado. Por más que comparar la importanci­a de la continuida­d de Torres con la de Griezmann resulte cómico, un líder como él debería haber sido capaz de mantener la calma ante la pregunta: «Decidiremo­s en junio». Y fuera.

Ahora ya no hay marcha atrás y es inevitable recordar la guerra Mourinho-Casillas. Hay una diferencia clave en lo deportivo: aunque el técnico llevaba razón en que Iker ya no era el de antes, no tenía otro portero mejor (al menos mientras Adán fue el plan B). Aquí es obvio que los que juegan más que Torres son hoy superiores. Pero la fractura social sí es similar. Los que acusan a Simeone de no respetar a una leyenda contra los desmemoria­dos que dicen que no es tal leyenda.

Una batalla manufactur­ada, triste y sin ganador posible. Acabe como acabe, pierde el Atleti.

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