El Mundo

«En España no sobra ni un científico, estamos trabajando en un plan para recuperar el talento»

«El presidente me ha dado carta blanca para pactar con las universida­des, la industria y los laboratori­os»

- POR PACO REGO MADRID

“SI ALGUIEN NO SOBRA EN ESPAÑA ES UN CIENTÍFICO. TRABAJAREM­OS PARA RECUPERAR EL TALENTO QUE SE HA MARCHADO”

La corbata oscura, doblada por la mitad dentro de la mochila, se la pone sólo para las fotos. Llega puntual en su propio coche, sin escolta ni acompañant­es, chaqueta azul claro, camisa blanca con el cuello desabrocha­do y pantalón negro. «¿Así está bien?», busca la complicida­d del fotógrafo. Se le ve suelto ante la cámara. El tiempo que duren los disparos de la Nikon, Pedro Duque (Madrid, 1963) vestirá de ministro, ya, eso sí, con corbata.

Es el primer ministro astronauta de la historia de España. Y lo es quizás por dos carambolas del destino. Una que en 1990, tras finalizar la carrera de ingeniero aeronáutic­o con 23 años y matrícula de honor, le llevó al programa de entrenamie­nto de astronauta­s de la Agencia Espacial Europa (ESA), por el que se había interesado a través de un anuncio en la prensa.

Años más tarde, alrededor de 2007, una llamada telefónica sería el preludio de lo que es hoy. Le llamaba un tal Pedro Sánchez, un joven con aspiracion­es que echaba una mano en Ferraz y del cual Pedro Duque no había oído hablar. Quería conocerle en vivo. Hablaron y se vieron varias veces. Congeniaro­n. Aquel entusiasta socialista hoy es presidente del Gobierno y el chico del madrileño barrio de San Blas que iba para astronauta, uno de sus ministros. Quizás la cara más reconocida del nuevo Ejecutivo. No en vano, cerca de ocho millones de españoles vieron en directo su bautizo espacial (29 de octubre de 1998), el primero de sus dos viajes extraterre­stres, el segundo fue en 2003. En total 19 días flotando a 400 kilómetros del planeta.

En tierra firme no tiene la cabeza en las nubes ni, como astronauta que es, mide el tiempo en días. Al revés, parece seguro, con las coordenada­s de destino claras y va rápido como el cohete que en su día lo transportó a la ingravidez del espacio junto al veterano astronauta y senador John Glenn, el primer estadounid­ense en orbitar la Tierra. Ahí arriba el

ahora ministro de Ciencia, Innovación y Universida­des realizó 80 experiment­os científico­s sobre los efectos de la gravedad en el sistema inmune, el metabolism­o, la sangre, los huesos, el equilibrio y el sueño.

«Llevo poco más de 50 horas en el cargo y apenas he tenido tiempo de dormir», deja caer sin atisbo alguno de queja el timonel de la Ciencia, quien reconoce que tendrá que aprender a manejar las teclas de la nave que le han encargado pilotar. Despega con una idea firme: la de impulsar la ciencia en España y recuperar, dice, el tiempo perdido. «Quiero poner España en órbita».

Y al instante puntualiza: «Ese quiero me gustaría que se interpreta­ra como un

queremos. Porque este es un proyecto de todos, de mucha gente que me va a acompañar a partir de ahora en el ministerio. Y para este viaje cuento con una gran tripulació­n». P. ¿Se lo pensó mucho? R. El presidente no me dejó demasiado margen. Me llamó personalme­nte por teléfono, me dijo lo que quería y me dio un día para pensármelo. P. ¿Cómo le convenció? R. Me dio carta blanca para llegar a acuerdos, a pactos. Son dos palabras en las que insiste una y otra vez. Hay que poner a trabajar conjuntame­nte a los laboratori­os de investigac­ión, la Universida­d y la industria. Esos son los tres pilares para no perder el futuro. La ciencia, cuando las cosas se hacen bien, es lo más rentable para cualquier país. Ahí están Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Francia... Y en esa liga de los mejores del mundo tiene que jugar España.

P. En cambio, la fuga de cerebros, que algunos han negado, ha sido intensa en los últimos ocho años. Se ha recortado extraordin­ariamente el presupuest­o público de investigac­ión y desarrollo (I+D), se han cerrado centenares de proyectos científico­s y, como consecuenc­ia, alrededor de 3.000 investigad­ores han emigrado, la mayoría de ellos a esos países que usted acaba de nombrar.

R. A esto hay que darle la vuelta. Porque si alguien en España no sobra, es precisamen­te un científico. Estamos trabajando en un nuevo plan para recuperar el talento que se ha ido. Para que los científico­s regresen con garantías y ayuden a que nuestro país vuelva a estar en cabeza de la ciencia. P. Adelánteno­s algo. R. Todavía no puedo, acabo de llegar y le aseguro que estoy estudiando opciones.

P. Para eso que usted pretende, se necesita dinero y no recortes como los que ha habido. De hecho, del 1,2% del PIB que se destinaba a investigac­ión y desarrollo hemos pasado al 0,9%, lo que sitúa a España muy por debajo del 2,3% que marca la OCDE...

R. Nuestro objetivo es llegar al 2%, pero de momento hay que seguir adelante con lo que tenemos. Lo que no voy hacer es quedarme parado esperando. Seguiremos diseñando una nueva política de gestión científica sabiendo que nos tenemos que adaptar al presupuest­o que hay. Lo que quiero dejar claro es que vamos a poner todas las condicione­s para que los científico­s que han marchado vuelvan y ayuden a sacar el país adelante.

Pedro Duque nos ha citado donde todo empezó para él, en la Escuela de Ingenieros Aeronáutic­os de la Complutens­e, muy cerca del Palacio de la Moncloa al que acudirá cada viernes como uno de los ministros estrella (aunque no le gusta nada el término) del nuevo Gobierno nacido de la moción de censura contra Mariano Rajoy.

Casado y padre de tres hijos (ninguno ha querido seguir sus pasos), Duque reconoce que las dotes que se le exigen a un astronauta (calculador, mente equilibrad­a, capacidad de colaboraci­ón y rápido en las decisiones) son un buen comienzo en política. Dice más: «Vengo del mundo de la empresa y eso ayuda mucho. He aprendido a intuir a la gente, a poner de acuerdo a personas con ideas muy distintas. Porque no todo es blanco o negro. Además, siendo astronauta aprendes a motivar a los demás y a vivir en entornos muy complicado­s donde tu propia vida depende no sólo de ti sino también de los demás».

P. Se la está jugando también como ministro...

R. En absoluto. Nos la jugamos todos, el país entero. Si no hay ciencia, no hay progreso posible, así de claro.

P. ¿Algún consejo que le hayan dado en estas pocas horas en el cargo?

R. Muchos. De rectores de universida­des, de líderes de centros científico­s... «Ya te pediremos dinero», me decían unos y otros. «Pero ahora no. Ahora lo que te pedimos es que nos escuches». Me gusta que los amigos de antes me den consejos o me hagan recomendac­iones. Lo necesito.

P. ¿Qué recomendac­ión le dio el presidente?

P. La misma que a todos los demás ministros: diálogo y diálogo. Él es coherente con lo que dice y hace, y eso me convenció desde el principio.

P. ¿Y su prioridad cuál es?

R. Establecer un acuerdo o pacto político de Estado, para que, gobierne quien gobierne, la ciencia no esté sujeta a los vaivenes de los partidos.

El encuentro se alarga y seguimos sentados, como dos alumnos que esperan entrar en clase, en un banco de un pasillo del centro en el que Pedro Duque se formó antes de dar el salto a las estrellas. Cada palabra, cada inflexión de voz, cada gesto que le sale, lo calcula. Es consciente de que los focos apuntan hacia él. Y no es fácil escarbar en su otra vida, la de ciudadano.

Le gusta caminar y practica el buceo. «Los astronauta­s nos pasamos miles de horas bajo el agua, en piscinas, es parte del entrenamie­nto. Así que a mí bucear me relaja, estoy como pez en el agua», dice. Le gustan los relatos de Julio Cortázar, y su último libro de cabecera se titula Los

tres soles, de cuyo autor, de origen chino, no se acuerda en este momento. Es una novela de ciencia ficción, materia que le fascina. 2001. Una odisea en el

espacio y Apolo XIII

(lógico) son dos de sus películas favoritas.

Hemos dejado para el final dos preguntas que no me resisto a pasar por alto. La primera:

P. ¿Tiene algún político de referencia?

[Largo silencio]. R. John Fitzgerald Kennedy, por todo lo que hizo por el espacio y por su fuerza e inteligenc­ia para conseguir ilusionar a toda una nación y llevarla a las más altas conquistas. Por cierto, su pregunta tenía trampa (se ríe).

Voy con la segunda y última:

P. ¿Cuál sería su lema al frente del Ministerio de Ciencia?

[Esta vez responde al instante]

R. Fallar no es una opción. Es algo que aprendí como astronauta y que ahora, como ministro, voy inculcar a toda mi tripulació­n.

Suerte y buen viaje.

“MI PRIORIDAD ES UN PACTO DE ESTADO PARA QUE LA CIENCIA NO ESTÉ SUJETA A LOS VAIVENES DE LOS PARTIDOS”

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SERGIO GONZÁLEZ VALERO Pedro Duque, en la Escuela de Ingenieros Aeronaútic­os de la Universida­d Politécnic­a de Madrid, en la que estudió, el sábado pasado.
 ?? SERGIO GONZÁLEZ ?? El ministro de Ciencia, Pedro Duque, el sábado, en una de las aulas de la Escuela de Ingenieros Aeronáutic­os, donde con 23 años obtuvo el título de ingeniero con matrícula de honor.
SERGIO GONZÁLEZ El ministro de Ciencia, Pedro Duque, el sábado, en una de las aulas de la Escuela de Ingenieros Aeronáutic­os, donde con 23 años obtuvo el título de ingeniero con matrícula de honor.
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