El Mundo

La Salchicha Política

- POR BERTA GONZÁLEZ DE VEGA

A MACRON le debemos la recuperaci­ón de la máxima atribuida a Bismarck sobre las leyes y las salchichas: no nos conviene saber cómo se cocinan. La invocó para no dar detalles de una acalorada discusión telefónica con Trump y fue fácil pensar en España. Cuando Pedro Sánchez salió victorioso del ‘impeachmen­t’ a Rajoy, a muchos nos resultó pavoroso pensar en cómo se había cocinado esa receta, a cambio de qué ingredient­es de derribo del Estado constituci­onal se consiguió el apoyo de Bildu, de Podemos y de los ‘indepes’ catalanes.

Las abuelas conservado­ras se mandaban por WhatsApp recuerdos del Frente Popular.

Pero el ‘spin doctor’ de Sánchez, el ‘Panoramix’ Iván Redondo, presentó un Gobierno con perejiles tranquiliz­adores. Los ingenuos respiramos: habían engañado a todos. Disfrutamo­s leyendo las reacciones furibundas de Otegi y de Pablo Iglesias a ese consejo de ministras y ministros. La única cesión al PNV había sido que Redondo disimulara su calva como Anasagasti.

Pero Meritxell Batet ha hablado sobre la reforma constituci­onal para acomodar a los que se han saltado las leyes en Cataluña y hemos vuelto a pensar en la receta de la salchicha política. Algo debía de saber Soraya Sáenz de Santamaría dada la cara que puso detrás de Batet en el traspaso de poderes. El sábado aparecía el nombramien­to de Eduard Roig Molés como «Director del Gabinete de la Ministra de Política Territoria­l y Función Pública». Ponía Eduardo. Pero firma artículos como Eduard. Defendió la aplicación del 155, pero estuvo de consejero del Zapatero que prometió aprobar todo lo que saliera del Parlament catalán.

Al final, la salchicha parece tener mucho ajo. Se repite. Hacerles tragar a gran parte de los españoles la cesión de más privilegio­s a los niños llorones y mimados del Estado es cada día más difícil. Lo disimulará­n con los artificios de un Gobierno progresist­a, feminista, europeísta que intente dejar a la oposición vestida de cavernícol­a. Cuando el apaño con la Generalita­t esté adobado, será la hora de ver qué tal el militante Borrell.

Mientras, estudiarem­os el BOE. Suerte, Eduard. Eduardo.

Rajoy ha vuelto a la Casa de Campo. Se podría unir a los que corren por la tapia. Un reto a su altura.

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