El Mundo

«Don Juan Carlos no declaró por ser inviolable»

PEDRO HORRACH

- POR ESTEBAN URREIZTIET­A

En vísperas de la sentencia del Supremo: «Castro me dijo de madrugada en un bar que imputaría a la Infanta y me lo tomé a broma»

Ex fiscal del ‘caso Nóos’. Actor clave en la investigac­ión del mayor escándalo que ha afectado a la Corona, revela a EL MUNDO todos los detalles de la causa, mientras el Tribunal Supremo ultima el fallo que puede llevar a Iñaki Urdangarin a la cárcel.

El ex fiscal Pedro Horrach (Sa Pobla, Mallorca, 1966) sostiene en una larga entrevista concedida a EL MUNDO en su nuevo bufete mallorquín que el escándalo hubiera afectado de lleno al Rey Emérito de no haber sido por su condición de inviolable y por haber prescrito el préstamo ficticio que realizó a su hija para que se comprara el palacete de Pedralbes. Insiste en que no le hubiera temblado el pulso en citar a declarar al monarca y que si no acusó a la Infanta fue, porque como le dijo un día al juez José Castro una noche de copas, «le parecía una broma».

Pregunta.– ¿Cuándo se dio cuenta de que en la investigac­ión del caso Palma Arena iba a estallar un gran escándalo protagoniz­ado por Iñaki Urdangarin?

Respuesta.– La primera vez fue durante el registro del velódromo Palma Arena, donde encontramo­s simplement­e el contrato del convenio entre el Instituto Nóos y la Conselleri­a de Turismo y que dio pie a lo que luego fue la pieza 25. A continuaci­ón pedimos todo el expediente administra­tivo y nos encontramo­s de nuevo sólo con el contrato, sin soporte administra­tivo. No sabíamos ni siquiera que estaba Iñaki Urdangarin en Nóos, sólo aparecía Diego Torres y le citamos como imputado como un mero trámite. La gran sorpresa es que al preguntar cómo se habían justificad­o los gastos se acreditó mucho menos dinero del recibido y descubrimo­s desvíos a quienes eran presidente de Nóos, Urdangarin, y vicepresid­ente, Torres.

P.– Con esa informació­n en las manos, ¿cuál fue el siguiente paso?

R.– Hice un informe en agosto de 2011 que siempre sospeché que lo teníais en EL MUNDO. Publicaste­is un artículo titulado Anatomía de un pelotazo y yo había puesto en mi informe interno dirigido a mi jefe Antonio Salinas «esto parece un pelotazo de libro». Yo siempre pensé que os lo filtraron. Pero nunca pensamos que el escándalo pudiese ser tan profundo.

P.– Ese año terminó con el juez imputando a Urdangarin, la Casa Real apartando al entonces duque de Palma y con la Casa Real diciendo «ya veremos» ante la presencia de la Infanta en la trama. ¿Qué pensaron ustedes cuando vieron que Cristina de Borbón figuraba con nombres y apellidos?

R.– Sabíamos que estaba desde el principio porque aparecía en el Registro Mercantil como socia de la entidad Aizoon. Sin embargo, si lees los interrogat­orios de los más de 100 empleados y proveedore­s, a todos les preguntamo­s por Cristina de Borbón, si tomó alguna decisión. La respuesta unánime fue que Urdangarin era el jefe con Torres pero que a la Infanta no la habían visto. Salvo una persona que dijo que la había visto una vez en la oficina porque había ido a recoger a su marido. No nos escondimos, siempre preguntamo­s por ella.

P.– A pesar de que figuraba como socia de una de las empresas a la que se desvió fondos públicos y de la que formaba parte de la Junta Directiva de Nóos, ¿por qué no se plantearon desde el primer momento citarla como imputada?

R.– No nos lo planteamos ni nosotros ni tampoco el juez. Sólo se lo planteó Manos Limpias. Ni siquiera el tema de la Infanta fue objeto de debate al principio entre el juez y yo. Mantuve con él una conversaci­ón después de la declaració­n de Iñaki Urdangarin. Sólo recuerdo que fue una conversaci­ón en plan de broma. «Ahora llamamos a la Infanta», me dijo. Y le contesté: «Sí, venga». Pero no debatimos seriamente. Sólo tengo ese recuerdo, fue en el bar Barito, tarde cuando acabamos. De hecho Manos Limpias solicitó la imputación poco después y el juez la denegó. Nos opusimos todos, incluso la representa­ción del PP, que nunca había aparecido por allí.

P.– Castro denegó por primera vez la imputación de la Infanta aludiendo a la denominada teoría de la estigmatiz­ación utilizada con Felipe González en el caso Gal. ¿Qué ocurrió para que el juez cambiara de opinión y la imputara? ¿Fue un punto de inflexión el contrato de autoalquil­er ficticio del palacete de Pedralbes revelado por EL MUNDO en el que la Infanta firmaba como arrendador­a y como arrendatar­ia para engañar a Hacienda?

R.– Fue un elemento que el juez tomó en considerac­ión, es evidente, pero no sé si fue el desencaden­ante. En cualquier caso, Diego Torres a través de su abogado estaba inundando el juzgado de correos electrónic­os.

P.– ¿En qué momento, ya fuera de un bar, le comunica Castro que va a imputar a la Infanta?

R.– Yo estaba en Madrid y recibí una llamada suya porque quería charlar conmigo. Quedamos en el Club Náutico de El Molinar, me dijo que iba a imputar a Cristina de Borbón y le dije que no había elementos suficiente­s salvo que Manuel González Peeters –abogado de Diego Torres– tuviera pruebas de que la Casa Real conocía y sabía lo que pasaba en el Instituto Nóos y que, por lo tanto, la Infanta también estaba al corriente. Pe- ro luego veías los correos que aportaba y dejaban bastante que desear respecto a ella. Había dos o tres correos de una relación matrimonia­l normal y de ellos sólo se podía inferir que el secretario personal de las Infantas podía haber intervenid­o. Así fue la conversaci­ón. Aquí el problema es que el juicio de valor ético entró dentro de los juzgados y desde el momento en el que entraron considerac­iones éticas, morales… la Justicia se va al garete.

P.– Sin embargo, se desató la guerra entre ustedes y se lanzaron durísimas acusacione­s mutuas de prevaricac­ión.

R.– Es verdad que se desató la guerra pero nunca tildé de prevaricad­or a nadie ni quise hacerlo. Castro puso en duda la actuación profesiona­l de la Agencia Tributaria y con ella, también la de la Fiscalía. De ahí mi reacción en los escritos. Creía que queríamos proteger a Cristina de Borbón.

P.- Castro siempre ha tenido la sensación de que usted recibió instruccio­nes de sus superiores para salvar a la Infanta.

R.– Estoy convencidí­simo de que es así pero nunca me lo ha dicho. Se lo dije varias veces en la misma conversaci­ón en su despacho pero no se lo cree, como no se lo cree nadie. Le dije que la responsabi­lidad era mía y que las hostias me las llevaba yo. A mí me han llamado corrupto mil veces y no he visto que la Fiscalía en una sola ocasión me haya dado amparo ni haya interpuest­o una denuncia. En cambio, arañas a un juez y hay un batallón en su defensa.

P.– El juez Castro ha asegurado recienteme­nte que «la Infanta Cristina era la eminencia gris del Instituto Nóos». ¿Qué opina de esa afirmación?

R.– Las impresione­s no sirven de nada en el ámbito judicial si no van apoyadas de medios de prueba. Y en este caso no los he visto.

P.– Usted niega cualquier trato de favor a la Infanta pero reconocerá que nunca se recurre una imputación y en su caso usted la recurrió.

R.– Estoy de acuerdo en que no es habitual que la Fiscalía recurra imputacion­es. En esto fui muy transparen­te con el juez instructor. Le dije que si imputaba, recurriría. Es muy fácil, en el caso de Castro, imputar cuando tienes el viento a favor. Aquí se ha dado la teoría del anclaje y ajuste. Existía un prejuicio y había que ajustar los hechos a ese prejuicio.

P.– Usted descubrió que el Rey Don Juan Carlos le hizo una donación de 1,5 millones a la Infanta para comprar el palacete de Pedralbes y que la operación fue camuflada como un préstamo para defraudar impuestos. ¿Por qué no se interrogó al Rey Emérito?

R.– Esa donación pudo ser delito fiscal pero estaba prescrita. Si el Rey Don Juan Carlos no fuera inviolable ni hubieran prescrito los hechos hubiera tenido que declarar forzosamen­te pero habría que ver en qué condicione­s.

«Castro me dijo de copas que imputaría a la Infanta y le contesté: ‘Sí, venga’»

«‘Lo de Urdangarin es un pelotazo de libro’, le advertí a Salinas en un informe interno»

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JORDI AVELLÀ

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