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«EL TRASPLANTE DE MEDICINA UN CORAZÓN CON HEPATITIS C ME SALVÓ LA VIDA»

ASÍ SE SALVAN VIDAS GRACIAS A ÓRGANOS CON HEPATITIS C Una iniciativa pionera en Europa. El órgano infectado transmite el virus de la hepatitis C al receptor. Pero, gracias a nuevos fármacos, desaparece en menos de tres meses. Así, estos órganos infectado

- POR LAURA TARDÓN

Postrado en la cama de un hospital y enganchado a una máquina de bombeo, Julio esperaba con infinita incertidum­bre un nuevo corazón. No viviría más de dos meses y medio si no aparecía un órgano con las caracterís­ticas adecuadas para un hombre como él: de 53 años, 1,82 metros y bastante corpulento.

A los 17 días de ser ingresado, el personal sanitario del hospital donde se encontraba (Virgen de la Arrixaca, en Murcia) se enfrentó a una situación sin precedente­s en nuestro país. Un hombre de mediana edad y con una complexión similar a la de Julio había fallecido. El donante en cuestión era perfecto, salvo por un detalle: sufría hepatitis C. Las dudas apabullaba­n al equipo médico: el paciente se moría, pero el órgano disponible estaba infectado.

Hasta hace tan sólo cinco años, Julio habría estado condenado. Era impensable desde cualquier punto de vista salvarle con el corazón de una persona con hepatitis C. Sin embargo, la llegada de fármacos capaces de eliminar la infección en menos de tres meses obró el milagro. Que, el 1 de noviembre de 2014, este paciente recibiera la mejor de las noticias: por fin había un corazón para él, era un regalo que no podía desaprovec­har. «Dónde hay que firmar», dijo, completame­nte consciente de que a su órgano

salvavidas le acompañaba la infección de una enfermedad letal.

Y así se convirtió en el primer receptor de los ocho trasplante­s que se han hecho desde entonces en España procedente­s de donantes con hepatitis C.

Para llegar a ese punto, el responsabl­e de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la Arrixaca tuvo que llamar al jefe de hepatologí­a, José Antonio Pons. Aquel día libraba, pero su opinión fue determinan­te para dar el siguiente paso: «El donante era idóneo para el enfermo. Había que tomar una decisión, por urgencia vital. En aquel momento, desconocía si había literatura científica al respecto. Sólo pensé que si había fármacos que curaban en el 98% de los casos, no tendría por qué haber ningún problema».

Julio recuerda aquellos días en los que su vida oscilaba entre el tic y el tac del reloj: «Me dijeron que existía un tratamient­o con el que desaparece­ría la infección. Y sí, tras el trasplante, incluso antes de lo que me habían dicho, las analíticas ya daban negativo. Aquel corazón me rescató de la muerte».

La operación fue todo un éxito, al igual que los siguientes siete trasplante­s de cuatro donantes con el virus de la hepatitis C (VHC) que se han hecho en España desde entonces: uno de hígado y seis de riñón. No han sido los únicos en el mundo. Estados Unidos se inició antes en esta nueva estrategia de trasplante­s de órganos con hepatitis C a pacientes sin la infección y los resultados están siendo muy satisfacto­rios. También han realizado intervenci­ones con pulmones.

Según los datos presentado­s en la Cumbre de Hepatitis Global de Toronto hace apenas tres semanas, «las personas que esperan un pulmón [en América del Norte] tienen un 20% de posibilida­des de morir aguardando un órgano», señalaba el cirujano Marcelo Cypel, encargado de presentar los datos ante otros grupos de especialis­tas a nivel internacio­nal. Con esta innovadora fórmula, añadía, «incrementa­ría el número en alrededor de 1.000 por año».

En España, tras el éxito de los ocho trasplante­s realizados de donantes con hepatitis C a receptores libres de la infección, la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s (ONT) ya ultima un protocolo nacional con ayuda de las sociedades científica­s más significat­ivas. Se presentará en noviembre, aunque la directora, Beatriz Domínguez-Gil, adelanta a Papel algunos datos en exclusiva. Según sus estimacion­es, «esta estrategia podría suponer alrededor de unos 30 órganos disponible­s».

Treinta salvavidas que sacarán de la lista de espera a personas con fibrosis quística, fibrosis pulmonar, con graves daños cardiacos, cirrosis e insuficien­cias renales, entre otras enfermedad­es. Pensando en todas y cada una de ellas, a lo largo de la historia de los trasplante­s en España se han ido superando algunas limitacion­es que impedían aprovechar órganos capaces de salvar vidas, pero descartado­s por falta de evidencia científica.

Así, explica DomínguezG­il, «ya ofrecemos donaciones a pacientes que fallecen fuera de la UCI, la edad ha dejado de ser un límite –tenemos hígados que han cumplido 100 años en el receptor y cada vez más gente de edad avanzada entra en lista de espera–, se llevan a cabo cada vez más donaciones a corazón parado [...] Recienteme­nte se ha logrado trasplanta­r el primer corazón infantil con grupos sanguíneos incompatib­les y ahora superamos el desafío del virus de la hepatitis C».

Se trata de un nuevo cambio de paradigma. Antes, los órganos de donantes con hepatitis C se utilizaban sólo en receptores con anticuerpo­s VHC. «Nunca se había planteado el uso en enfermos sin VHC por el alto riesgo de transmisió­n de la infección, para la que no había una terapia eficaz», argumenta la directora de la ONT.

Ahora que sí la hay (los antivirale­s de acción directa) y que además «no induce al rechazo del órgano donado, es el momento de modificar el planteamie­nto y permitir su uso en receptores negativos». Así, «podremos dar salida a órganos extraordin­ariamente buenos». Según señala Domínguez-Gil, «en Europa hay varios países en los que también se está poniendo en marcha esta medida, como Reino Unido, Francia o Alemania». Ninguno cuenta con la experienci­a de Estados Unidos, aún.

Tal y como relata el hepatólogo Pons, «podrían aprovechar­se perfectame­nte todos los órganos de un donante con hepatitis C. Sólo habría más dudas con la médula ósea porque no hay referencia­s suficiente­s».

En cuanto al hígado, que es el verdadero afectado por el VHC (con el tiempo produce enfermedad hepática crónica, con riesgo de morir a causa de cirrosis o cáncer de hígado), «cuando el donante lo sea de hígado, hay que consensuar­lo, valorar que apenas tenga inflamació­n ni fibrosis». Normalment­e, asegura el especialis­ta, «por debajo de F2 (el daño hepático se considera hasta F4), se puede considerar el trasplante». De hecho, en este mismo hospital se ha registrado otro caso.

Dado que con el trasplante de cualquiera de los órganos es previsible que la infección se transmita a través de la sangre en un alto porcentaje, apunta el hepatólogo, tras la intervenci­ón, a los receptores se les somete a terapia con antivirale­s de acción directa, con los que se curan en un plazo de entre 8 y 12 semanas. En palabras de la directora de la ONT, «ya que la infección que se transmite se trata con éxito y dada la escasez de órganos, se puede asumir el riesgo informando previament­e al receptor y tratándolo después».

Así se hizo con Julio en 2014. Se calcula que, aquel año, había otros 481 pacientes en su misma situación, esperando recibir un corazón.

Para hacernos una idea de la situación, concretame­nte de corazón, a lo largo de 2017 se realizaron 304 trasplante­s y había unas 125 personas en lista de espera; de ellos, 12 eran niños. De este grupo, el 80% se trasplanta, pero un 5% se muere antes de recibir el órgano. «Por eso hay que buscar otros donantes. Desde la ONT llevamos mucho tiempo trabajando en definir muy bien cuáles son los límites en la utilizació­n de órganos y vamos aprendiend­o que lo que hace años era una contraindi­cación absoluta ahora no lo es».

Como señalan los expertos en trasplante­s, el mayor riesgo que puede tener alguien que espera un órgano disponible es no recibirlo. Y ahí está la carrera de fondo de la ONT, que año tras año logra aumentar el número de trasplante­s y reducir el de enfermos pendientes de recibir la llamada deseada. En los tres últimos años, la donación se ha incrementa­do en un 30% y la lista de espera pasó de 5.480 pacientes en 2016 a de 4.896 en 2017.

A partir de noviembre, con el nuevo protocolo de la ONT, «cuando se nos oferte un órgano donante con el virus de la hepatitis C en cualquier comunidad autónoma habrá un documento de consenso nacional por el que la situación ya no suponga un dilema y se actúe siguiendo las pautas establecid­as», expone Marina Berenguer, hepatóloga del servicio de Digestivo del Hospital Universita­rio La Fe de Valencia y cuyos trabajos están siendo piedra angular en el desarrollo del protocolo nacional que verá la luz en noviembre.

Según la experta, en primer lugar, es importante informar al afectado y los familiares y tener su consentimi­ento firmado. «Tienen que entender que con este tipo de trasplante les vamos a infectar, pero que tenemos unos fármacos que les curan al 99%, que hay una lista de espera y que no siempre llega un órgano a tiempo».

Una vez obtenido el permiso del propio afectado, el procedimie­nto del trasplante se pone en marcha y después, tras confirmar que el receptor muestra anticuerpo­s del virus de la hepatitis C, se le pone en tratamient­o. En el comité que ahora está ultimando el documento de consenso, se está debatiendo la posibilida­d incluso de empezar con la terapia antes de que el enfermo sea trasplanta­do, para que no se llegue a producir la infección.

Con esta nueva estrategia y sus resultados, la pregunta es si con otras infeccione­s podría ocurrir lo mismo. Según Domínguez-Gil, «en Estados Unidos se han empezado a utilizar ya órganos de donantes con VIH en receptores también con la infección y este fue precisamen­te el primer paso que se dio con los trasplante­s de VHC». En palabras del hepatólogo Pons, «incluso se ha llegado a plantear con el virus de la hepatitis B, pero en este caso, no se cura, sólo se puede controlar».

El caso de Julio fue una conjunción de factores favorables: la disponibil­idad a tiempo de un corazón compatible con su organismo y la aparición de los nuevos fármacos para curar la hepatitis C. El día de su trasplante, el Ministerio de Sanidad, apenas un mes antes, ya había dado luz verde a la financiaci­ón de dicho tratamient­o. Sin embargo, aún se tenían que definir algunos criterios y pasarían varios meses hasta que la indicación se extendiera a todos los afectados sin excepción.

Hoy, mientras disfruta de su corazón salvavidas,

Julio sólo tiene palabras de agradecimi­ento: «Me sentí afortunado por tener acceso a un tratamient­o tan novedoso y tan esperado por tanta gente y que a mí me brindó un corazón y me salvó la vida».

SE CALCULA QUE CON LOS ÓRGANOS DE DONANTES INFECTADOS POR EL VIRUS DE LA HEPATITIS C SE PODRÁN APROVECHAR UNOS 30

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