La ministra de Transición Ecológica sentencia a muerte al motor diésel
Anima al Gobierno a cambios fiscales que modifiquen la opción de compra del consumidor
Apenas 24 horas después del encuentro con José Vicente de los Mozos, el presidente de Anfac, la asociación de fabricantes de automóviles en España, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha sentenciado a muerte al motor diésel. Concretamente, en el Congreso de los Diputados ha asegurado que «el diésel tiene los días contados. Durará más o menos, pero sabemos que el impacto de las partículas que emite en lo que respiramos es suficientemente importante como para ir pensando en un proceso de salida».
En ese contexto, ha considerado que era muy razonable y normal, las restricciones al tráfico de vehículos con motores diésel que preparan los ayuntamientos de algunas ciudades, pues cree necesario facilitar la movilidad «sin perjudicar la salud de los ciudadanos». En este sentido, ha señalado que el Gobierno debe plantearse qué señales fiscales y regulatorias puede aprobar para acompañar a los gobiernos municipales «en ese proceso de cambio».
La ministra ha dejado entrever penalizaciones fiscales, sea en el carburante, sea en los vehículos con estos motores, para «facilitar los comportamientos responsables del consumidor. En todo caso, sobre una posible subida de impuestos que pudiera afectar al gasóleo, Teresa Ribera se ha remitido a su colega María Jesús Montero, titular de Hacienda.
La contundencia de las declaraciones de la ministra ha sorprendido en el sector ya que las consideran consecuencia de la mala imagen que se ha creado respecto a este tipo de motores tras el dieselgate. Sin entrar en consideraciones de tipo industrial o social, consideran que no es consecuencia del análisis de la tecnología pues lo que han conseguido los fabricantes de automóviles en los últimos tiempos es conseguir que los motores diésel, líderes en eficiencia respecto al resto de los de combustión interna, sean también tan limpios como los de gasolina.
En el cuadro adjunto se refleja la evolución de las emisiones de los motores de diésel y gasolina en los últimos 26 años, en los que se puede apreciar que los primeros tienen los mismos límites de emisiones son iguales o incluso menores que los motores de gasolina. Salvo en los óxidos de nitrógeno, en que pueden estar en algún caso ligeramente por encima (0,02 gramos por kilómetro). En cuanto a las emisiones partículas, expresamente mencionadas por la ministra, en la industria se tiene la sensación que se refería a humeantes motores diésel con más de 20 años de antigüedad, que contribuyen al problema de la baja calidad del aire, y no a los actuales. Estos últimos emiten la misma cantidad de partículas que los de gasolina y, como ya se ha dicho, son más eficientes y consumen menos carburante, expulsando menos gases de efecto invernadero (CO2). Por cierto, que una eventual desaparición del diésel, haría más difícil la buscada descarbonización del transporte. El acoso al diésel va a perjudicar, en primer lugar, a propietarios de vehículos con este tecnología, cuyo valor en el mercado de ocasión va a descender dramáticamente. En segundo lugar, a la industria, capaz de cambiar la producción de motores diésel a gasolina con rapidez pero también con inversiones no previstas que habrá que amortizar. Las empresas de logística, en plenos boom de las ventas por internet, que utilizan vehículos diésel para su reparto urbano. Y en último lugar, sale dañada la credibilidad de un país al que los inversores le piden, sobre todo, estabilidad en sus normas.