«No hay más censura; es peor, es miedo a la libertad»
Pregunta.– ¿Por qué fue revolucionario el rock andaluz de los años 70? Respuesta.– Porque abrió la puerta a una forma nueva de hacer música, que ha influido en casi todo lo que se ha hecho después en España. La fusión de la música popular española, no sólo el flamenco, con el rock de raíz anglosajona es hoy algo habitual, pero
en aquel momento fue revolucionario.
P.– Hubo una gira histórica por el sí a la autonomía andaluza, en la que el entonces presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo, se subió a los escenarios con músicos en las vísperas del 28 de febrero de 1980. R.– Los políticos, como siempre, llegaron tarde. En 1980 hacía seis años que Triana había grabado El patio. Quisieron aprovechar el poder de esta música para llegar a la gente. A los políticos les vino bien por aquello de reivindicar una identidad cultural propia. Pero en aquella gira los únicos artistas realmente comprometidos con el discurso político eran Carlos Cano y Manuel Gerena. El resto, Alameda, Tabletom, Pata Negra, Silvio y Luzbel, María Jiménez... iban contratados como mercenarios de su trabajo.
P.– ¿Algo así sería posible hoy? ¿Susana Díaz, Pedro Sánchez o Pablo Casado se embarcarían en una gira con músicos? R.– Ya lo han hecho. Hoy las redes sociales llegan a la gente más que la música. Y a los políticos les sale más barato pagar a un community manager para que difunda consignas que contratar a un puñado de bandas para llevar gente a un recinto para luego soltarles un mitin que no quieren oír.
P.– ¿La música tiene ideología?
R.– Por supuesto, como toda creación. Es fruto de un proceso intelectual.
Pero no hay que confundir ideología con militancia. Los músicos cantan a la libertad, lo que es una ideología en sí mismo; y los políticos, cada vez más, tratan de limitarla.
P.– Hace unos días se cumplieron 35 años de la muerte de Jesús de la Rosa, del grupo Triana, precisamente a la edad de 35 años.
R.– De la Rosa es uno de los músicos más influyentes en la música que se ha hecho desde los 70 para acá. Murió en un accidente de tráfico tras un concierto. Su hija tenía entonces 19 días. No sé si su muerte, tan dramática, en un momento de tanto éxito para Triana, ha contribuido a construir un mito.
P.– La movida madrileña contaba con sus garitos, ¿qué locales había entonces en Sevilla?
R.– El Dom Gonzalo. Iban los jóvenes de aquel momento, los músicos y los que no lo eran. Felipe González fue el abogado que defendió al club cuando la Policía lo cerró. Y perdió. Por allí también iban Alfonso Guerra y Amparo Rubiales, que estaban en una compañía de teatro que montó una Antígona con música en directo de Smash.
P.– Un movimiento tan rebelde como el rock andaluz, ¿sería posible hoy, cuando los jóvenes cantantes no quieren decir «mariconez»?
R.– La propia palabra «mariconez» es una mariconada. ¿Tú te imaginas a los hijos de la Logse corrigiéndole la «j» a Juan Ramón Jiménez porque «inteligencia» se escribe con «g»? El viaje lisérgico que propone El Lago, de Triana, no sé si hubiera recibido el nihil obstat de la nueva inquisición progre. A la política de hoy le sobra fariseísmo.
P.– ¿Malos tiempos para la música?
R.– Son malos tiempos para la libertad creativa. El artista debe resolver un sudoku para no herir sensibilidades, que las tenemos demasiado a flor de piel. Todos.