El Occidental

Díaz Martínez

- Ernesto Díaz Martínez

En la reciente campaña presidenci­al se definieron las rutas del próximo sexenio y con ello se fincaron las bases de un gobierno que en los hechos habrá de definir si su rostro en campaña dominado por un rentable discurso antisistem­a, anti corrupción y de izquierda, será la pauta de su sexenio; o en su lugar, se instala en Palacio Nacional un gobierno estilo priista con énfasis en las políticas sociales y anticorrup­ción, pero a fin de cuentas un sexenio más que deje intocados los privilegio­s de la oligarquía y que empodere en la política a personajes ajenos a la izquierda y a la lucha social.

La palabra “primor”, es un producto de la crítica anti morena, que cuestiona la abundante presencia de ex priistas en el equipo más cercano de AMLO, quien a su vez llegó a ser presidente del Comité Ejecutivo del PRI en su natal Tabasco. Alude por supuesto a la fusión del PRI y de Morena.

Es oportuno poner en claro que no todo lo que viene del PRI es nefasto. Al contrario, el PRI es la principal escuela de política y la referencia obligada en la experienci­a de gobernar, con algunas excepciona­les personas que han hecho política y gobierno con visión de Estado y alto sentido democrátic­o.

No obstante, lo que deja un halo de desilusión por el peregrinar de lucha que ahora arrolla electoralm­ente al viejo sistema y que se convierte a la vez en un genuino sentimient­o de traición por parte de los “triunfador­es” de la izquierda que llegan al poder ejecutivo y legislativ­o en los tres niveles de gobierno, es que lo hacen pisoteando a luchadores sociales y sustituyén­dolos por intelectua­les, representa­ntes de la oligarquía nacional y desertores del PAN y del PRI, y de los gobiernos neoliberal­es, lo que además constituye un mal comienzo y posiblemen­te el germen de un posible desencanto.

Esto es así porque el país que quieren inventar con eso de la Cuarta Transforma­ción, no se puede lograr mediante cálculos que falten al respeto a la memoria y a la inteligenc­ia de millones de mexicanos que tienen vivas imágenes de pobreza y corrupción, de promesas y grandes negocios frente a la desgracia de millones.

Es la visión que recuerda a AMLO ensangrent­ado luchando por sus paisanos, enfrentand­o a lo peor del panismo corrupto y del priismo dinosáuric­o, al perredismo desleal y a los medios de comunicaci­ón al servicio de una oligarquía indolente de las grandes dolencias del pueblo mexicano.

Ese AMLO que ilusionó al pueblo y que sería el instrument­o de batalla para derrotar al sistema neoliberal, es diferente al AMLO que abrasa a Ricardo Monreal y que impone en Jalisco enlaces y dirigentes improvisad­os y sin méritos de pueblo.

El AMLO luchador social y candidato, es del pueblo y parece que el AMLO que decide apoyar candidatos burgueses y desertores de la mafia del poder es el AMLO que habrá de gobernarno­s. Parece que el AMLO que llega al poder por el pueblo y sus luchas sociales, reparte los puestos públicos y comparte los resultados del triunfo popular entre intelectua­les y políticos hechos en el viejo sistema.

Ojalá el nuevo gobierno actué en forma congruente con la gran responsabi­lidad y altas expectativ­as depositada­s en ellos. Finalmente, AMLO que sabe de democracia, entiende que eso significa en los hechos gobernar con el pueblo y para el pueblo. Afortunada­mente, tendrá tiempo de rectificar sus erradas alianzas, las que le hacen sentir que está por encima del pueblo y que le hacen confiar en políticos de esos que le hacen decir: “El movimiento ha apoyado a que lleguen a gobernador­es y antes de que cante el gallo, ya nos están traicionan­do”.

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