DÍA DE MUERTOS
En México, como una tradición ancestral, siempre hay un día en el año que honramos a nuestros muertos.
Es el 2 de noviembre y tiene una gran representación no solo histórica sino tradicional, que ha trascendido incluso a nivel internacional.
Sin embargo, eso no representa que México sea un país que promueva la muerte, por el contrario, quienes han analizado esas representaciones, el mejor pan y vino en los altares, el mariachi entre las tumbas y los colores de esas fechas, son precisamente para recordar y venerar a los nuestros.
Hoy, lamentablemente, hay miles de mexicanos que no tienen dónde honrarlos, que a lo mejor están ciertos de que su esposo, su hermano, sus hijos, destruidos por esa guerra del y contra el narcotráfico, se los llevó, están sin vida, pero no saben dónde.
Hoy les robaron no sólo a ese familiar, a su sustento, sino también la posibilidad de tener un sitio dónde llorarles, dónde orar por ellos, dónde venerarlos.
Hoy el crimen y el criminal son más despiadados, matan a unos, pero hieren de por vida a sus familias, a esposas, madres, hermanas, a quienes marcan con la ausencia de ese familiar para nunca más olvidar. Eso los hace todavía más atroces.
En contrario, para ellos y ellas, para los que buscan y esperan con paciencia, en una agonía lenta, se supone que el Estado debería ser más condescendiente, hasta afectivo y tenderles la mano, eso no sucede.
Casos como Ayotzinapa, el de los jóvenes de Lagos de Moreno y los estudiantes de cine, ahora 157 en un camión, paseándolos por toda la ciudad, sólo exponen la falta de sensibilidad de nuestras autoridades.