Morenistas y emeceístas, obligados a Cumplir
La cordialidad que privó en la entrevista que sostuvieron en esta ciudad el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, y el gobernador electo del estado, Enrique Alfaro, da la razón a los planteamientos que hicimos en nuestra anterior columna, en el sentido de que la situación social que vivimos es bastante delicada y ya no permite que en el sector público priven las disputas, por desgastantes; por lo que es urgente el establecimiento de métodos de coordinación, para que los esfuerzos no se desvíen y se dediquen invariablemente a este noble fin que es el quehacer público.
Ya es de sobra sabido que tanto de un lado como del otro, había habido críticas recíprocas bastante fuertes y que las posiciones respecto a la designación de coordinadores federales en los estados, había sido también motivo de diferencias. Entre otras cosas.
Sin embargo, habiendo pasado ya el calor de la contienda electoral y puesta la atención en lo que deberá ser la tarea gubernamental, las actitudes de los protagonistas se han modificado y precisamente en ocasión de la visita de López Obrador, se confirmó que las riñas han quedado atrás y ahora la vista está puesta en sistemas de colaboración que permitan mejores resultados.
Ahora bien, los pronunciamientos se han hecho. El compromiso ha quedado verbalmente establecido. Pero ¿a quién le va a tocar velar que se cumpla?
¿Al Congreso? Bueno, se ha dicho y está escrito, que los poderes son autónomos, pero en la práctica, lo que la gente ve es que las cámaras legislativas suelen conducirse como instrumento del Ejecutivo, o en el mejor de los casos, los legisladores actúan como peones de sus respectivos partidos. ¿Y el Judicial? Pues… ¿qué se podrá esperar de quienes deben su puesto al apoyo de una Fracción del Legislativo y que por ello no siempre es mucho el prestigio de que gozan?
Siendo así las cosas, no queda otra alternativa que pensar en las organizaciones civiles o del pueblo en general, para que vigilen el actuar de sus mandatarios. Aunque -y esto es muy importante- tampoco tenemos por qué perderles la confianza, a priori, a los que serán nuestros próximos gobernantes. Por lo que bien podemos esperar, con el mejor de los ánimos, a que verdaderamente sean protagonistas de un cambio y cumplan con la obligación que la Historia les impone. Y que ellos estuvieron de acuerdo en enfrentar.