La agonía del fracaso
El mitológico Cuervo Blanco apoyado por su jefe directo, el dios Apolo, predijo hace un año el fracaso de los programas de reconstrucción que con bombo y platillo los gobiernos federal, estatal y municipal diseñaron para llevar a cabo la reconstrucción de las áreas urbanas mayormente dañadas por el sismo del 19 de septiembre. Promesas al por mayor.
Los fondos económicos para la penosa y gigantesca tarea fluían -según declaracionesde todas partes, fideicomisos públicos y privados se formaron a diestra y siniestra y se nombraron responsables en número que casi tocaba de a uno por damnificado. ¿Por qué entonces el pasado miércoles 19 de septiembre aniversario doble de la misma tragedia se escucharon tal cantidad de reclamos, todos sustentados en la realidad? Sencillamente porque la cultura de la corrupción acompañada de la ineptitud campea a sus anchas por todo el territorio nacional, se funciona a través del ejemplo y las noticias diarias dan a conocer pillerías de todo jaez.
Hubo campañas para recolectar donativos tanto de parte de la sociedad como de la iniciativa privada, donativos, chicos y grandes, aportaciones chicas y grandes, partidas presupuéstales de instituciones públicas chicas y grandes: todas ellas se depositaron, según versiones, en cuentas bancarias a las que puntualmente tenían acceso sólo ciertas personas previamente aprobadas. ¿El recurso? Desaparecido.
Los partidos políticos hicieron ostentación de su obligada solidaridad, en pocas palabras la nefasta solidaridad con matices de protagonismo.
La realidad es penosa, dolorosa e injusta, cientos de personas viviendo, literalmente en la calle desde hace un año, personas aun no encontradas, ninguna sanción, ni a funcionarios de obras públicas ni a constructores voraces e irresponsables; todo pasa sin que nada pase, la absurda pretensión de garantizar cumplimientos con ruedas de prensa donde predomina la mentira. Esta es la dolorosa realidad.