Cuéllar de Dios
No es de dudar las buenas intenciones del presidente electo AMLO respecto al tipo de estrategias que deberán aplicarse para la pacificación del país. Por lo pronto se aclaró que el ofrecimiento de perdón será exclusivamente aplicado para aquellos jóvenes que al carecer de oportunidades para estudiar y/o trabajar decidieron en determinado momento inscribirse en las filas del crimen organizado o bien pasan la vida en el cotidiano ejercicio del ocio. Algunos han cometido delitos relativamente menores, otros han sobrepasado la línea entre falta y crimen. Por lo pronto no será fácil identificar con seguridad y certeza quienes son unos y quienes otros. Pensemos en la deficiente operación de jueces y juzgados, el Sistema de Justicia Penal según los expertos hace agua desde rato atrás. Las cárceles están sobresaturadas, la población carcelaria es de todo tipo y de toda ralea. Buscarles espacio en las escuelas será una tarea ardua y poco eficiente. En fin, la distancia entre la buena fe de la teoría y la cruda realidad no es pesimismo, es una penosa realidad.
La dinámica de este proyecto incluye la instalación de foros a los que asisten, principalmente, los familiares de los agraviados, sobre todo aquellos que han perdido a sus hijos y que viven en el infierno de la incertidumbre. Hasta ahora el común denominador de estos foros ha sido la absoluta negativa de los padres fundamentalmente a otorgar perdón: “ni olvido ni perdón” rezan las mantas y pancartas que portan los lastimados.
El pasado viernes Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México, asistió a uno de los foros organizado en la ciudad de México. El tenor del mismo se convirtió en la narrativa de una tragedia colectiva sin precedentes, ha sido el “foro de las lamentaciones” literalmente hablando. La buena oratoria, los argumentos de buena fe no han sido, ni serán, suficientemente convincentes para convencer a una madre que a grito abierto le pedía a AMLO que interviniera para encontrar a su hijo: “si es necesarios me hinco para suplicar su intervención” o aquel niño de apenas ocho años que con la foto de su padre en el pecho se plantó en la cara del presidente electo rogándole que le devolvieran a su progenitor, más aún, desde la parte de atrás del auditorio el grito desgarrador del hombre que perdió a su hija y que en la búsqueda ha sido sentenciado a muerte por el crimen organizado: “me van a matar” clamaba ante un consternado e impotente AMLO que por momentos parecía sumamente afligido no sólo por el tamaño de las tragedias sino además por el complicadísimo reto que le espera.
No hay duda de la buena fe de estos foros, de la buena intención de la iniciativa, sin embargo la estrategia trazada frente al tamaño de la misión pareciere ser una jornada muy cuesta arriba con costos políticos altos y además con riesgo de aumentar la ya de por si incontrolable inseguridad.
Sería aconsejable que una vez recogidas las experiencias de estos foros se abra paso a una severa pero sobre todo honesta reflexión a fin de evitar someter al país a la situación cumbre del terror que produce el fracaso. Por más certidumbre que se tenga en ciertos proyectos es cosa universalmente sabida que el reconocimiento del fracaso aceptado con humildad conduce a la solidaridad, fenómeno social que mucho hace falta en estos aciagos tiempos.
No hay duda de la buena fe de estos foros, de la buena intención de la iniciativa, sin embargo la estrategia trazada frente al tamaño de la misión pareciere ser una jornada muy cuesta arriba con costos políticos altos y además con riesgo de aumentar la ya de por si incontrolable inseguridad