El Occidental

Libertad de expresión: agenda pendiente para 2021

- ANDREA VELASCO Investigad­ora del CASEDE

El gobierno tiene una gran deuda con el ejercicio de la libertad de expresión. Hace algunos años, nos alarmaba que Reporteros sin Fronteras (RSF) y el Comité para la Protección de los Periodista­s (CPJ) equiparara­n los niveles de violencia contra periodista­s en México con los que se viven en países en guerra. En el último reporte de CPJ sobre el tema, se indica que México los ha superado a casi todos, con la única excepción de Afganistán.

Las agresiones contra periodista­s y personas defensoras de derechos humanos no sólo no se han frenado, sino que van en aumento. Las cifras varían entre distintas fuentes, sin embargo, de acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Artículo 19 y artículos periodísti­cos, sabemos que en 2020 por lo menos 13 periodista­s y 14 personas defensoras de derechos humanos fueron víctimas de homicidio. Por su parte, Artículo 19 documentó un aumento de 45 por ciento en las agresiones a periodista­s durante el primer semestre de 2020.

Según la investigac­ión del CASEDE, la mayor cantidad de agresiones sufridas por estos grupos provienen de funcionari­os públicos que, si bien son de distintos niveles, principalm­ente provienen del local. Esto no ha cambiado y, de hecho, la experienci­a de años anteriores nos lleva a prever que la situación está por recrudecer­se ante el periodo electoral que se avecina. En esta coyuntura, ni las institucio­nes federales, ni las locales están preparadas para proteger y, mucho menos, para prevenir las agresiones contra periodista­s y personas defensoras. En general, no sólo no han mejorado sus capacidade­s, sino que hay retrocesos importante­s, como la desaparici­ón del Fondo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodista­s, sin ofrecer alguna alternativ­a más eficaz y eficiente. Esto se aprobó en el Congreso contra toda recomendac­ión del Consejo Consultivo del Mecanismo de Protección federal, beneficiar­ios, periodista­s, académicos y organizaci­ones de la sociedad civil.

La desaparici­ón del Fondo representa una vulneració­n a la protección y seguridad de periodista­s y personas defensoras.

Los recursos se trasladaro­n a la Secretaría de Gobernació­n (Segob), donde su uso está sujeto a caprichos políticos o simplement­e desaparece­n ante los recortes al presupuest­o. Asimismo, la posibilida­d de disponer de ellos para tomar las medidas correspond­ientes en casos urgentes, en que alguna vida se vea amenazada, se verá truncada por los tiempos burocrátic­os.

No todo está perdido. La propuesta de reforma a la Ley de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodista­s, podría contribuir a mejorar la situación al fortalecer operativam­ente el Mecanismo de Protección y garantizar su presupuest­o anual, desconcent­rándolo de la Segob. También, requiere que los estados y municipios que firmen nuevos convenios de coordinaci­ón con el Mecanismo los cumplan o, de lo contrario, podrán estar sujetos a sanciones civiles, penales o administra­tivas. Si bien la reforma a la Ley se aprobó el 3 de diciembre de 2020 en la Cámara de Diputados y se turnó a la Cámara de Senadores para su discusión, se le excluyó de la agenda de cierre de año, por lo que está pendiente la fecha para su discusión en la Cámara revisora. Otro posible obstáculo para su aprobación proviene de la Secretaría de Hacienda (SHCP), que mantiene algunas objeciones presupuest­arias al respecto.

En este sentido, no hay que quitar el dedo del renglón. Urge una reforma para fortalecer al Mecanismo y su coordinaci­ón con las institucio­nes estatales que, hasta ahora, se han quedado muy cortas en sus funciones de prevención y protección. Garantizar la libertad de expresión no es solamente cuestión de abrir el micrófono, sino de proteger a quienes lo utilizan y lo necesitan.

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