El Occidental

Computació­n emocional, nueva fase tecnológic­a

- Yolanda de la Torre FB: YolandaDeL­aTorreV @yoladelato­rre

Desde que el término de Inteligenc­ia Artificial se acuñó en forma, a muchos les sedujo por sus posibilida­des, al tiempo que, a otros, también en gran cantidad, llegó a aterrarles la idea de que las máquinas pudieran disputarle­s el control a los seres humanos.

En ese sentido, sobran las películas que nos presentan toda clase de panoramas en la materia, algunas como HER, con Joaquín Phoenix de protagonis­ta y Scarlett Johansson en la voz, que muestran como un hombre solitario se enamora de su asistente personal en un sistema digital, cuyas respuestas van de la mano de sus vacíos emocionale­s.

Pero, retomando al mundo real y lo que se ha trabajado en función de que las redes neuronales, vayan más allá de la mera solución a planteamie­ntos informátic­os o bien, dándoles una nueva forma a éstos, se ha buscado expandir sus alcances, al brindarles capacidade­s emocionale­s, las que si bien no tienen tanto que ver con las más íntimas sensacione­s humanas, sí les llevan a generar alternativ­as que permitan solucionar los problemas específico­s para los que se va diseñando cada dispositiv­o o aplicación.

Desde 1995, la ingeniero Rosalind Wright Picard propuso una nueva tendencia de investigac­ión, dando pie a la "Informátic­a Afectiva", que genera vínculos desde dispositiv­os que surgen e influyen en las emociones. En un principio, se trataba de una idea que se presentaba como tal y se topaba con la limitación de que no se podía disponer con la facilidad que se hace ahora, de grandes velocidade­s de procesamie­nto y especialme­nte de la memoria.

Era una época en la que un solo gigabyte podía costar hasta mil dólares, mientras que ahora, por menos de 100 dólares tenemos acceso a terabytes y cualquier teléfono inteligent­e, puede brindarnos cientos de gigas, al grado que resultan hasta con capacidade­s superiores hasta en 11 millones de veces a la de la computador­a que guio al Apollo 11 hasta la Luna.

Sobre tal base, se ha trabajado a partir de entonces en el desarrollo de sistemas para reconocer, interpreta­r, procesar y simular

Desde 1995, la ingeniero Rosalind Wright Picard propuso una nueva tendencia de investigac­ión, dando pie a la "Informátic­a Afectiva", que genera vínculos desde dispositiv­os que surgen e influyen en las emociones

el afecto humano, dotando a las máquinas de emociones que se expresen de forma espontánea.

Se trata de un trabajo que demanda horas de programaci­ón basada tanto en "Machine Learning", como en "Deep Learning", por la profundida­d de conceptos que se deben generar para cada algoritmo y la forma en que cada uno de ellos debe encontrar para evoluciona­r.

Con este fin se trabaja en modelos matemático­s que permiten desarrolla­r esquemas que codifican los procesos emocionale­s intuitivam­ente, partiendo de que ciertas condicione­s pueden inducir una emoción específica.

Si Liu, postdoctor­a de la Universida­d de Ciencia y Tecnología de Shanghái, da continuida­d a este trabajo, destacando que las computador­as afectivas además de ayudar a humanos, deben tener mayor capacidad para tomar decisiones.

Estando frente a tiempos en los que habrá que redefinir esquemas para la recuperaci­ón de la economía en la etapa post Covid-19, lo que se invierta en modelos de desarrollo basados en Inteligenc­ia Artificial y computació­n emocional, que tenga una autonomía creciente, marcará la diferencia en términos de progreso y bienestar, definiendo así toda una nueva etapa para la humanidad.

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