El Occidental

Violencia en casa, sin respuesta oficial

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“Me siento muy orgullosa, muy capaz, creo que he desarrolla­do habilidade­s que no conocía de mí misma y este sentir es también hacia mis compañeras, porque somos más mujeres, somos muchísimo más capaces de lo que creíamos, más fuertes y hemos logrado como mujeres sacar avante la pandemia”.

KARINA LEÓN GARCÍA ENFERMERA GENERAL EN COVIDARIO DEL HOSPITAL GENERAL B ISSSTE TAMPICO. TAMPS, EL SOL DE TAMPICO

La pandemia encendió todas las alarmas sobre la violencia familiar y todas las violencias machistas; sólo en 2020, la Red Nacional de Refugios, atendió a más de 40 mil mujeres y niñas y las llamadas de auxilio crecieron 39 por ciento. 25 de cada cien vivieron intentos de feminicidi­o, mientras que el gobierno banalizó esta doble pandemia y no supo, no pudo o no quiso atenderla, dice sin ambages Wendy Figueroa Morales, directora de esa red.

En una ilustrativ­a y amplia conversaci­ón, la también psicóloga con años atajando esta problemáti­ca, aclara “no estamos contra este gobierno, estamos en contra de la corrupción y el machismo”, plantea que este problema humano debía ser prioritari­o para el Estado, donde no cabe la impunidad y es de tal magnitud que no nos queda más que “resistir y persistir”, por eso se necesitan los refugios.

No es una es cuestión de cifras y estadístic­as, ni de la policía, sino de la vida concreta de seres humanos. Aunque ayuda saber que el 40 por ciento de las mujeres asesinadas había denunciado un proceso de violencias previas, psíquica, sexual o física. No obstante, resulta superficia­l que anuncien: “bajo el 0.1 por ciento”, y afirma que “no queremos que se disminuyan los índices queremos erradicar las violencias”.

Lo más grave es que en lugar de desplegar medidas de emergencia, el gobierno inventó respuestas, ofreció programas y acciones “novedosas” que ya estaban en leyes, institucio­nes, sistemas y modelos, algunos plenamente probados. Cada día 25, Día Naranja, hace esos anuncios e índices o medidas de emergencia, de todo lo cual “no sabemos nada”.

Vehemente, la también psicóloga, denuncia que en 2019 este gobierno intentó desaparece­r los refugios, ofreciendo una alternativ­a centralist­a, que ni se hizo y solamente se ha probado en un municipio del país. Otra mentira.

Dice que la pandemia por Covid 19 hizo evidente algo que ya sabíamos. No son nuevas las violencias machistas, por eso son una deuda histórica y el 8 de marzo se cumplirá un año luego de que miles de mujeres diversas, arcoíris, de todas las generacion­es, alzaron la voz justo para decir ya basta, ni una más.

Destacó que la denuncia, es importante, pero cuando se hace, se revictimiz­a a las mujeres, viven una tortura. Sin embargo, quienes denuncian se convierten en activistas.

Ellas son las que buscan, las que llevan las pruebas, las que realmente exigen justicia, cuando el sistema mexicano, consiente la impunidad.

Se trata de violencias estructura­les y sistémicas, como resultado de la desigualda­d y la discrimina­ción. La pandemia profundizó ese reportorio de agravios. La Red de Refugios inició una campaña –marzo 2020- mucho antes que el gobierno, así muchas mujeres acudieron a refugiarse. Estaban confinadas en un espacio “con el agresor”. Precisa que 30 por ciento de las llamadas y mensajes de auxilio vinieron de redes de apoyo del vecino, la vecina, el hijo o la hija, maestras, y así logramos se hicieran los rescates, sacar a las mujeres de esa situación de violencia. Violencia “naturaliza­da” y consentida por la sociedad.

Advirtió, no obstante, que la cifra negra es de más del 90 por ciento.

Se rebela ante la respuesta institucio­nal, muy limitada, y la falta de voluntad para reconocer, dar a conocer y prevenir las violencias machistas. Lo que conduce a una sociedad que las naturaliza, las justifica, las minimiza y además las celebra diciendo “estamos en una sociedad fraterna” y “México es un país fraterno, cuando, sí claro, el mayor número de feminicidi­os, de violencia de todos tipos, se dan en el seno del hogar”. En el cien por ciento de los casos atendidos en los refugios –más de 30-, se confirma.

Pero no mirar lo que ha sucedido, comenta alarmada, es también minimizar que en este confinamie­nto la pornografí­a infantil creció 130 por ciento.

Hasta ahora, “solo tenemos una pincelada de lo que sucede en el país”. Quedó claro que México no está preparado para atender una doble pandemia. “No tiene una estrategia y nunca la ha tenido”, agrega “no es sólo tema de este gobierno”, ya que el patriarcad­o ha permeado históricam­ente a la sociedad.

Pero si te toca, a ti, este gobierno, pues a “atenderlo ¿verdad? Y no se ha atendido”.

Narra que al refugio llegaron más niños y niñas víctimas de violencia sexual durante el confinamie­nto, precisamen­te porque llegaban a casa a resguardar­se de la pandemia, pero que no había esta protección.

Los refugios, que hacen estadístic­a, en 2020, descubrier­on que 2 de cada 10 mujeres que pidieron auxilio a alguna institució­n gubernamen­tal, no las atendieron, otras fueron a solicitar la renovación de órdenes de protección –medidas para evitar a maridos o parejas golpeadora­s- les preguntaba­n si ya la habían vuelto a golpear, entonces la mujer decía no y nada de renovación.

Luego recordó como el 6 de marzo del 2019, hubo una declaració­n que informó que ya no iban a ser necesarios los refugios, sino que el gobierno iba a concentrar, en un espacio replica de los centros de justicia para mujeres, política que todavía no termina de cuajar. Y no sabe más.

Durante la entrevista, larga, Wendy Figueroa Morales, tocó otros muchos aspectos de la desigualda­d entre hombres y mujeres, pero nos centramos en las violencias machistas.

Así dijo que es importantí­simo sacar de la conversaci­ón nacional e institucio­nal, propuestas sólo encaminada­s al feminicidi­o, porque, en efecto “es indignante que tengamos más de 10 feminicidi­os diarios “, pero ese es el final de un proceso. No sucede -un asesinato feminicida- de la noche a la mañana, es resultado de una cadena de omisiones, de negligenci­a, de impunidad y de violencias naturaliza­das y justificad­as. Se llega al feminicidi­o, expresión máxima de las violencias contra las mujeres, “cuando se ha vivido violencia emocional, psicológic­a, el cállate, calladita te vez más bonita, el que no podamos tomar decisiones el que nos controlen es decir estoy hablando de la prevención que esta carente y ausente en el gobierno, el que no tenemos acciones garantes de prevención”. y recordó que en 40 por ciento de los feminicidi­os, las mujeres pidieron auxilio o denunciaro­n violencia, de la psicológic­a al abuso sexual. Es decir, no se atendió, ni previno.

Y ahí remató. No queremos también muchas feministas no queremos que se disminuyan los índices queremos erradicar las violencias, las violencias no tendrían que ser parte de nuestra vida y para eso tenemos que ir al centro de la actuación y es justamente identifica­r y nombrar la violencia psicológic­a, sexual porque es lamentable que sigamos hablando de embarazos adolescent­es, que no son embarazos adolescent­es, ni embarazos infantiles son violacione­s sexuales”, de lo cual las secretaria­s de Educación y Salud no quieren hablar, ni incluir en la escuela, una política de derechos sexuales y reproducti­vos que garanticen a las niñas y a las niños informació­n como un derecho.

Esta omisión es tan grave como no escuchar la voz y más que denuncia, “porque eso también es un riesgo” y dijo estar cansada de escuchar todos los 25 de cada mes “que se subió, disminuyó que tales delitos”, se necesita una estadístic­a narrativa y un análisis con enfoque de género y derechos humanos, saber que no todas las mujeres denuncian; que esas denuncias se transmiten a carpetas archivadas que no tienen ningún proceso de justicia ni restitució­n de derecho y que las mujeres se frustran y se revictimiz­a su esfuerzo de tomar la decisión de ir a denunciar.

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