El Occidental

Al sororo rugir del amor

- * Vicepresid­enta de Hagamos

Hace un año Vivir Quintana y El Palomar nos regalaron un canto que se volvió un hito. Canción sin miedo nos hizo llorar, nos hizo recordar, nos hizo reconocern­os en el dolor de las otras, pero sobre todo, nombró todo aquello que nos atraviesa. Fue un homenaje a las que nos arrebataro­n, a las que están en pie de lucha; un manifiesto que clama por justicia, que señala las deudas del sistema de justicia patriarcal, que evidencia las omisiones del Estado. No es solo una declaració­n de nuestro dolor, del hartazgo y lo insostenib­le que es vivir siendo asediadas, es también una proclama de resistenci­a, de rebeldía, de valentía, de organizaci­ón, de lo poderosas que somos, de la increíble capacidad que tiene el feminismo para proponer otras miradas, para responder bajo otras lógicas, para hacer de este mundo un lugar menos hostil, porque sostenemos que la dignidad es para todas.

Cantamos la estrofa nacional con otro final: “y retiemblen sus centros la tierra al sororo rugir del amor”. El mensaje de esta frase es que estamos cansadas y que no habrá tregua hasta que dejen de negarse nuestros derechos. Y decir que no habrá tregua no es una incitación a la violencia como dirán muchos, la violencia ya impera, violencia es que nos maten, nos maltraten, desaparezc­an, nos violen, que nos revictimic­en y decidan voltear hacia otro lado. Cada amurallami­ento para supuesta protección de los edificios históricos, cada despliegue de esfuerzos para evitar lo que los ciegos e insensible­s llaman vandalismo, cada pinta borrada, cada manta, cada cartel retirado, son prueba de la violencia, del desdén, del cinismo. Los oídos sordos, la resistenci­a a atender a las víctimas, a compromete­rse por una tolerancia cero contra el abuso, hostigamie­nto, acoso y las violencias en todas sus caras, desde aquellas que se han normalizad­o y se han vuelto casi impercepti­bles hasta aquellas que nos cuestan vidas, son un crimen.

Y las manifestac­iones, los gritos, las protestas que las mujeres hacemos, son por todas, son al sororo rugir del amor, porque son el compromiso por el cual ponemos el cuerpo y la vida. Lo que el movimiento feminista ha demostrado una y otra vez, es eso mismo que volvió a quedar claro: la dignidad ya no tiene miedo y no hay ningún muro que las mujeres organizada­s no podamos derribar.

Cada amurallami­ento para supuesta protección de los edificios históricos, cada despliegue de esfuerzos para evitar lo que los ciegos e insensible­s llaman vandalismo, cada pinta borrada, cada manta, cada cartel retirado, son prueba de la violencia, del desdén, del cinismo.

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