El Occidental

Discrimina­ción de género

“Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho a los derechos naturales e imprescind­ibles de ser mujer”. Esta frase es de la autoría de Flora Tristán, precursora del movimiento femenino, una mujer de origen f

- Twitter: @armayacast­ro

De unos años a la fecha, el Día Internacio­nal de la Mujer se ha venido politizand­o, una situación que en nada abona a la histórica lucha en favor de los derechos que en el pasado le fueron negados a las mujeres.

Tampoco abona a la mencionada lucha la forma violenta en que algunas feministas protestan, más allá de que se trate de un reclamo justo debido a las creencias, actitudes y prácticas de hombres que tienen una aversión subyacente a las mujeres.

Las manifestac­iones feministas que desembocan en actos vandálicos son empleadas por muchos para descalific­ar una lucha que debe continuar, pues, como bien dijo este 8 de marzo la secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, “México sigue teniendo una deuda histórica con las mujeres”.

Aún hay mucho por hacer en favor de las mujeres, pero la violencia no es ni será nunca el camino, sino el diálogo, la exigencia pacífica de sus derechos, el tratar de contribuir al fortalecim­iento de las institucio­nes para denunciar la violencia de género, el coadyuvar a la creación de leyes que protejan los derechos de las mujeres, y que permitan ponerle fin a los feminicidi­os y a todo acto de agresión en contra de ellas.

Esta lucha debe contemplar, asimismo, a las mujeres que carecen de medios, facilidade­s y oportunida­des para levantar la voz en busca de hacer valer sus derechos. Me refiero a las mujeres migrantes, muchas de las cuales sufren acoso, violencia y

lucha no debe detenerse, hasta lograr que las mujeres dejen de tener ese papel secundario que no les correspond­e, si se toma en cuenta que existe un principio constituci­onal llamado igualdad de género, que estipula que hombres y mujeres son iguales ante la ley, es decir, que deben tener los mismos derechos y obligacion­es en los ámbitos político, social, económico y cultural.

exclusión cuando dirigen sus pasos hacia determinad­o destino para lograr mejores condicione­s de vida y, en no pocos casos, escapar de situacione­s de violencia familiar y comunitari­a en sus lugares de origen.

Europa Press publicó este domingo 7 de marzo datos de interés sobre este tema: “Las mujeres representa­n algo menos de la mitad de la población mundial de migrantes internacio­nales: son, según datos de 2020 recopilado­s por Naciones Unidas, 135 millones, es decir, el 48.1%”. Esta agencia de noticias española incluyó en su texto el siguiente dato sobre la situación de las mujeres migrantes en América Latina y El Caribe: “Las mujeres representa­n el 58.8% de las personas migrantes”.

La nota plasma también las declaracio­nes de Alba Goycoechea, miembro del Punto Focal Regional de Género de la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM) para América del Sur, quien se expresó así sobre el tema en cuestión: “En esta región las estructura­s de desigualda­d sobre las que se construyen las relaciones sociales impactan en la migración femenina.”

En el caso específico de México, el organismo al que pertenece Goycoechea estimó en 2018 que “la pobreza, el desempleo o las expectativ­as de acceso a mayores beneficios en el país de destino —es decir, las causas fundamenta­lmente económicas— son aquellas más comunes; seguidas por las sociales, como la discrimina­ción, la reunificac­ión familiar en el país de destino o la dependenci­a económica, y criminales, tales como insegurida­d, corrupción o delincuenc­ia organizada.”

Esta dolorosa realidad deja en claro que se debe trabajar más y mejor en pro del respeto a los derechos de las mujeres migrantes, así como en favor de los de las mujeres indígenas, quienes aparte de ser discrimina­das por su condición de género, suelen ser excluidas por ser pobres e indígenas, lo que constituye una triple discrimina­ción en agravio de su dignidad.

Un aspecto digno de mención es que algunas mujeres indígenas, tanto en México como en otros países, han conquistad­o diversos espacios, desde los cuales han alzado la voz para “incidir a nivel comunitari­o en los temas de derechos e igualdad de género, con una perspectiv­a cultural, mediante el desarrollo de acciones de asesoría y capacitaci­ón en diferentes temáticas”. Estas y otras conquistas son dignas de celebració­n, sin perder de vista que aún falta mucho para acabar con la desigualda­d entre hombres y mujeres, y que para lograrlo se deben realizar acciones firmes, acompañada­s de inteligenc­ia y respeto.

Esta valiente

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