El Occidental

Grietas del sistema de seguridad

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Aún no terminaba marzo, el llamado “mes de la mujer”, cuando un par de noticias azotaron a nuestro país. Las imágenes de las amigas de Wendy (16 años) cargando su féretro, como una exigencia de justicia y un grito desesperad­o de dolor. Asimismo, los noticieros y redes sociales digitales se inundaron de la terrible noticia de que a Victoria, mujer salvadoreñ­a de 36 años, fue despojada de la vida a manos de la policía de Tulum, Quintana Roo.

Hace unos meses el mundo entero se estremeció con la muerte de George Floy, quien fue presa de la brutalidad policial xenófoba y racista estadounid­ense. En toda la nación hubo manifestac­iones y estallamie­nto social. También recordamos que en Colombia se paralizó el país entero por la misma causa que Floyd, pues la policía asesinó por asfixia a un presunto delincuent­e. Hoy, el pueblo salvadoreñ­o y mexicano deberíamos de hacer lo mismo. Exigir justicia y un alto a la impunidad.

Según datos del INEGI, en 2016, el 75 % de las casi 65 mil personas encuestada­s, afirmó haber sufrido algún tipo de violencia psicológic­a durante el arresto, incluidos los “tehuacanaz­os” y amagos de asfixia. Un 63 % acusaron haber sido víctimas de agresiones físicas, golpes, patadas o descargas eléctricas. Es decir, 7 de cada 10 personas detenidas en el país recibieron amenazas o agresiones por parte de los cuerpos policiales. Y, evidenteme­nte, si la detenida es mujer, además de los agravios dichos, son víctimas de abusos sexuales.

Sin atreverme siquiera a justificar en lo más mínimo estas acciones, es necesario ahondar en las precarieda­des en las todas las policías municipale­s desempeñan su labor. Paupérrima infraestru­ctura institucio­nal, falta de armamento adecuado, equipos, uniformes, etc.; baja o nula capacitaci­ón permanente, mucho menos en derechos humanos; precarieda­d salarial y falta de autonomía política (cambian de “jefe” cada tres años); contraince­ntivos para realizar su trabajo, ya sea monetario o en escalafón; falta de reconocimi­ento social y un contexto de violencia desatada. Repito, por ningún motivo se justifican los actos de brutalidad, pero sí se les debería de dotar de mayor y mejores herramient­as.

El Estado tiene pendiente una gran reforma al sistema de seguridad en nuestro país. Se tendría que reflexiona­r acerca del cambio en el modelo llevado hasta la actualidad, el mismo que recoge resultados altamente reprobator­ios. Debemos de cambiar el rumbo hacia mayor inteligenc­ia en seguridad y no solo tener policías reactivos y punitivos. No podemos permitir que 11 mujeres sean asesinadas diariament­e. No podemos permitir que los que deberían de protegerno­s sean los que nos matan.

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