El Occidental

Madre, yo al oro me humillo...

Los versos de esta letrilla satírica escrita por el famoso Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) han cruzado a lo largo de más de cuatro centurias y sigue plenamente en vigor. No hay nada, salvo la muerte, que no se pueda adquirir con el amante amar

- Francisco Fonseca Premio Nacional de Periodismo. Fundador de Notimex pacofonn@gmail.com

Madre, yo al oro me humillo / él es mi amante y mi amado / pues de puro enamorado / anda contino amarillo / que, pues doblón o sencillo / hace todo cuanto quiero / poderoso caballero/es don Dinero.

Ahora bien, el dinero mal habido produce ese mal que sí es una pandemia, la corrupción. La corrupción es el mal de la sociedad que descompone todo lo que alcanza. No tiene límites ni medida, no se detiene ante nada. De hecho, no se detendrá. ¿Quién va a parar esta condición humana? ¿Se terminará cuando el último cierre la puerta? ¿O quedará alguien para sembrar otra vez la semilla?

Es galán y es como un oro / tiene quebrado el color / persona de gran valor / tan cristiano como moro / pues da y quita el decoro / y quebranta cualquier fuero / poderoso caballero es don Dinero.

Sin embargo, y según hemos visto, la corrupción no solo se produce con dinero de por medio, sino con acciones atrabiliar­ias para beneficiar a los grupos políticos, a entes, a las organizaci­ones sociales y a individuos. Así se quebrantan fueros, como dijera Quevedo, y en este país, mi país, lamentable­mente un fuero lo es todo. Y me refiero al fuero definido por la Real Academia Española como un privilegio o prerrogati­va que se le reconoce sólo a algunas personas, especialme­nte por el desempeño de su labor.

También es un beneficio del que gozan ciertos servidores públicos para resguardar­los de acusacione­s.

Hoy que se están pagando lustros de ingobernab­ilidad, hoy que se utilizó la crisis viral hasta que ya no dio para más, hoy que se cosechan desconfian­za y dudas, hoy que se usa la lucha contra la delincuenc­ia organizada como estandarte gubernamen­tal, ya no sabemos qué actitud guardar, ya no sabemos cuál es nuestro camino.

Por importar en los tratos / y dar tan buenos consejos / en las casas de los viejos / gatos le guardan de gatos / y pues él rompe recatos / y ablanda al juez más severo / poderoso caballero es don Dinero.

Hoy debe preocuparn­os que seamos capaces de darnos cuenta que el otro tiene derecho a creer y pensar como quiera, sin etiquetar a la persona con comentario­s como: "se entiende que es de izquierda o de derecha". Debe preocuparn­os que las autoridade­s ministeria­les y judiciales no se ablanden ante el brillo del oro.

Los Acuerdos de Bretton Woods en New Hampshire que se llevaron a cabo en 1944 decidieron la creación del Fondo Monetario Internacio­nal, del Banco Mundial, y del uso del dólar como moneda internacio­nal. Esas institucio­nes financiera­s, que se volvieron operaciona­les en1946, ya no satisfacen a nadie sobre todo ante la actual crisis financiera que hace estragos en la economía mundial.

Una publicació­n de la Universida­d de Los Andes expone claramente que la acumulació­n de riquezas de los más acaudalado­s se llevó a niveles descomunal­es. A partir de ello, hoy día 500 corporacio­nes multinacio­nales globales manejan prácticame­nte la economía mundial, con facturacio­nes que se miden por decenas o centenas de miles de millones de dólares (una sola empresa con más renta que el PIB total de muchos países del Sur), y el patrimonio de las 358 personas cuyos activos sobrepasan los mil millones de dólares –selecto grupo que cabe en un Boeing 747, en su gran mayoría de origen estadounid­ense– supera el ingreso anual combinado de naciones en las que vive el 45% de la población mundial. Esa acumulació­n fabulosa de riqueza se hizo sobre la base de un empobrecim­iento mayúsculo de las grandes mayorías.

Y no solo hace estragos. Ahoga a la humanidad entera, sobre todo ahora que el maldito virus que no nos deja en paz, ha encarecido la vida de tal forma que ha crecido exponencia­lmente en número de depauperad­os, y la existencia se oscurece más y más. La falta de efectivo se ve en todas partes. Solo los muy muy agraciados y ricos se dan el lujo de comprar camionetas de lujo y atiborrar sus congelador­es con alimentos para muchos meses por venir.

Lo que sí debe importarno­s a todos es la rápida e inmediata solución de nuestra vida en sociedad. Es imperativo que las autoridade­s apliquen sus mejores estrategia­s para combatir a la organizada delincuenc­ia. Hay infinidad de asociacion­es civiles, comités, comisiones, barras, grupos vecinales, etc., que se la pasan acicateand­o al pueblo contra el gobernante; y después se acercan a las autoridade­s para "venderles" la solución de todos los problemas. Todo ello lo hacen para lucrar, y para proyectar sus deslucidas agrupacion­es en un cielo nebuloso y oscuro.

Al Gobierno no deben temblarle las rodillas para enfrentar las realidades.

Madre, yo al oro me humillo…

Una publicació­n

de la Universida­d de Los Andes expone claramente que la acumulació­n de riquezas de los más acaudalado­s se llevó a cabo a niveles descomunal­es.

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