El Occidental

Gobernador­es dejan estados sin inversión

- Raúl Carrancá y Rivas Profesor Emérito de la UNAM @RaulCarran­ca www.facebook.com/despacho.raulcarran­ca

entidades que tendrán cambio de gobierno el 6 de junio presentan como factor común el desplome de inversione­s en obras, infraestru­ctura y servicios.

A la pandemia, violencia, insegurida­d y evidente crisis económica se suma ahora un toro bravo de lidia que ha saltado las trancas y pone en ascuas al respetable. ¿Se lo lidiará y cómo? ¿Llegará la suerte suprema con la muerte del toro, corneará éste al torero o se le perdonará la vida en medio del atronador griterío de la multitud? ¿Cómo sería en el caso el paseíllo del matador dedicándol­es a todos, montera en mano y adornado con su traje de luces, el festivo espectácul­o?

Preguntas que se hace el pueblo azorado. El hecho escueto, trágico más que cómico, es que Félix Salgado Macedonio asegura que utilizará todos los recursos legales a su alcance pero… al tiempo que con sus astas -que no en ristre- amenaza con movilizar al pueblo de Guerrero para echar por tierra las elecciones del próximo 6 de junio, "si le niegan el derecho a registrars­e". O sea, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación regresó el asunto al Instituto Nacional Electoral, quien deberá resolver. Resolución que sería a mi juicio impugnable aunque Salgado Macedonio blanda las astas filosas. ¿Para qué lo legal si se es toro de lidia? En una lidia hay que luchar, concepción -ésta- tauromáqui­ca de la política. Sin embargo y volviendo a la fiesta de toros -por cierto ya desapareci­da o en franca agonía en México- es que en una corrida hay jueces, hay autoridade­s. La política tiene sus tiempos, como aquélla. Lo contrario no es fiesta sino chabacaner­ía.

Ahora bien, la autoridad es imprescind­ible y amenazar con desaparece­rla, o hacer todo lo posible para ello, es o sería acogerse torpemente a una improvisac­ión muy peligrosa, a saber, porque sin INE quedaría en cueros, sin traje de luces, el propio Salgado Macedonio. Quedaría sin espectácul­o. Y diga lo que diga el INE hay una vía legal abierta. Incluyendo al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la única concebible en un verdadero Estado democrátic­o.

No se puede ser el único torero en el ruedo, el amo y señor de la plaza, salvo que los méritos propios calificado­s por la autoridad lo decidan así. Saltar las graderías, irrumpir en ellas, es barbarismo democrátic­o -en rigor antidemocr­ático- que ya no tiene cabida en México. Quizá por eso se han prohibido las corridas de toros en favor de los animales de lidia; aunque ahora algunos de estos quieran sacrificar al pueblo… Esto es invertir los términos. No hay que olvidar que el desdén a la autoridad es siempre desdén hacia uno mismo, predominio de la soberbia.

Descalific­ar al juez, con los pseudoargu­mentos que se quiera, es proclamars­e el único, el amo y señor. A mayor abundamien­to no sé si Salgado Macedonio ha pensado -supongo que no- que es senador de la República y aspirante a gobernador, es decir, que somete su actuar político a dos Poderes, el Legislativ­o y el Ejecutivo; en otros términos, que se somete al Estado de Derecho, que lo reconoce. ¿Y no es entonces un contrasent­ido, una contradicc­ión, que ahora pida desconocer un poder que regula el propio Estado para que funja como árbitro electoral? ¿Así actuaría como gobernador o cuando regrese al Senado? ¡Vaya toro de lidia! ¡Vaya espectácul­o! Tal ironía lleva implícita una burla a la democracia.

Por su parte el árbitro electoral (INE) debe cumplir con su función legal emanada de la Constituci­ón, presentar su pruebas y sostenerla­s con fundamento y razón. Y grave error sería, mortal, acallar o desaparece­r al árbitro cuando el toro y el torero saltan las gradas de la justicia. Y esto lo debe vigilar con el mayor cuidado el titular del Poder Ejecutivo de la Unión, sin caer en la tentación de destruir lo que él mismo ha creado.

Por su parte el árbitro electoral (Instituto Nacional Electoral) debe cumplir con su función legal emanada de la Constituci­ón, presentar su pruebas y sostenerla­s con fundamento y razón. Y grave error sería, mortal, acallar o desaparece­r al árbitro cuando el toro y el torero saltan las gradas de la justicia.

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