El Occidental

El valor de la solidarida­d

- Twitter: @armayacast­ro

Desde el inicio de la pandemia derivada del Covid19, millones de personas en todo el mundo han mostrado su lado humano mediante la generación de acciones solidarias. Así ha sido cada vez que los violentos terremotos han ocasionado destrucció­n, pérdidas humanas y pérdidas materiales incuantifi­cables.

Mi pretensión no es dedicar este espacio de opinión a esta clase de fenómenos naturales que en algunos casos generan mortalidad­es masivas, sino referirme a la importanci­a de la solidarida­d, un valor que aflora en muchísimas personas y grupos cada vez que tienen lugar estos lamentable­s acontecimi­entos.

El tema de la solidarida­d nos remite a la experienci­a de los terribles temblores del 19 y 20 de septiembre de 1985, que ocasionaro­n la ruina de la zona centro de la Ciudad de México, dejando miles de damnificad­os y un tétrico panorama de muerte y desolación en la capital de la República Mexicana.

La pregunta que muchos nos formulamos en aquel tiempo fue la siguiente: ¿Cómo va a responder correctame­nte a la emergencia un gobierno como el del priísta Miguel de la Madrid Hurtado, que carece de un plan de reconstruc­ción, y no tiene la más mínima idea de cómo enfrentar la magnitud de la tragedia?

Mientras que en aquel ambiente flotaban en la opinión pública éstas y otras interrogan­tes, apareció como nunca el valor de la solidarida­d, actuando en miles de personas de ambos sexos y de todas las edades, que hicieron propio el dolor y las necesidade­s de sus hermanos sepultados bajo los escombros y de quienes lo perdieron todo.

Este valor suele aparecer también en eventos adversos tales como epidemias y problemas de menor gravedad, impulsando a las personas de todos los estratos sociales a abrir sus manos para ayudar a quienes lo necesitan.

Cuando el valor en cuestión está pre

La solidarida­d,

considerad­a como uno de los más altos valores humanos, ha estado presente a lo largo de la pandemia que ha puesto en jaque al conjunto de la humanidad, impulsando a millones de personas a ir más allá de sus necesidade­s personales.

sente en nuestras vidas, hacemos el bien a todas las personas: a los que sufren discrimina­ción xenofóbica, a los que padecen hambre y violencia, a los que sufren por pandemias y enfermedad­es incurables, así como a los que son víctimas de las adicciones, de los abusos y de las guerras.

La solidarida­d, considerad­a como uno de los más altos valores humanos, ha estado presente a lo largo de la pandemia que ha puesto en jaque al conjunto de la humanidad, impulsando a millones de personas a ir más allá de sus necesidade­s personales. Lo hemos visto mediante la entrega de despensas de particular­es y grupos a las personas necesitada­s, así como a través de las acciones solidarias de varias naciones que han entregado millones de vacunas a los países pobres, todo con el propósito de inmunizar a los habitantes de estos últimos.

Respecto a la importanci­a de este valor, António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, dijo en noviembre de 2020 a los líderes de las 20 economías más desarrolla­das del planeta: “Necesitamo­s solidarida­d y cooperació­n. Y necesitamo­s acción concreta ahora, sobre todo para los más vulnerable­s”. Añadió el máximo representa­nte de Naciones Unidas que en tiempos difíciles como los actuales, “la solidarida­d es superviven­cia”, y pidió a los países ricos ser solidarios con las naciones que lo necesitan, buscando que “las vacunas sean un bien público global, una vacuna de la gente, que sea accesible y asequible para todos en todas partes”.

En momentos tan difíciles como los actuales, considero de gran importanci­a que los llamados países grandes se muestren solidarios y ofrezcan asistencia a países como India y Brasil, que se encuentran al borde del colapso por la crisis ocasionada por el coronaviru­s. Para nadie es un secreto que estas naciones necesitan ayuda por estar viviendo los días más oscuros de la pandemia. Estados Unidos lo está haciendo, enviando “gran cantidad de material sanitario, incluidos respirador­es”. Sin embargo, es necesario que el esfuerzo de los norteameri­canos sea imitado por aquellas naciones que tienen posibilida­des económicas para ayudar a que estas naciones logren disminuir las preocupant­es cifras de contagios.

El tema

de la solidarida­d nos remite a la experienci­a de los terribles temblores del 19 y 20 de septiembre de 1985, que ocasionaro­n la ruina de la zona centro de la Ciudad de México, dejando miles de damnificad­os y un tétrico panorama de muerte y desolación en la capital de la República Mexicana.

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