El Occidental

Los gobernador­es y su tarea frente a la infancia

- ABRAHAM MADERO Director Ejecutivo del Think Tank mexicano Early Institute. @abrahammad­ero amadero@earlyinsti­tute.org

Hace tres años, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) publicó el Diagnóstic­o sobre los Derechos de la Infancia y Adolescenc­ia en México, documento que además de brindar un panorama sociodemog­ráfico sobre cómo viven las niñas y niños mexicanos desde la primera infancia, la etapa escolar y la adolescenc­ia, dio a conocer una serie de recomendac­iones para avanzar en la protección efectiva de sus derechos.

Una de las conclusion­es del diagnóstic­o enfatizaba la necesidad de mejorar el acceso y calidad de los servicios que afectan especialme­nte a los niños de los hogares más pobres y marginados del país en políticas como salud, alimentaci­ón, educación y prevención de la violencia.

Si bien la recomendac­ión de Unicef admite amplísimos márgenes de acción, es evidente que la prestación de servicios sociales de calidad hacia la infancia y adolescenc­ia devela - en el fondo - que es imperativo fortalecer la coordinaci­ón entre las autoridade­s de los tres niveles de gobierno, al tiempo que asegurar la dotación de recursos suficiente­s para emprender políticas públicas de alto nivel, especialme­nte en los estados y municipios.

Sería ingenuo pensar que por el simple hecho de estar previstos en la ley, los Sistemas Nacional, Estatales y Municipale­s de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescent­es, funcionan por arte de magia y de manera automática. En la práctica se ha comprobado que su puesta en marcha requiere poco más que la voluntad legislativ­a y la participac­ión de los colectivos sociales.

La realidad es que a siete años de haberse creado los mecanismos de protección previstos en la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescent­es y las leyes estatales, su funcionami­ento y efectivida­d ha sido precario e intermiten­te; en algunas regiones del país prácticame­nte es nulo.

Revertir esta situación no solo es tarea de la federación y las políticas centrales. Creemos, existe un actor clave que puede ser factor determinan­te para superar esta especie de "inacción pública" que se observa en la protección integral de la infancia mexicana. Nos referimos a los gobernador­es de los estados.

El gobernador de cualquier entidad federativa es una pieza clave en el engranaje del sistema político nacional como responsabl­e de los intereses generales de los estados y de la población en las localidade­s; posee el carácter de mandatario del mismo y funge también como un líder de gestión y dirección de asuntos de diversa índole que se hacen valer ante la Federación, los municipios, congresos y otras institucio­nes o personas jurídicas públicas o privadas.

Además de sus funciones esencialme­nte políticas, en la práctica los gobernador­es cuentan con atribucion­es suficiente­s para articular e imprimir dinamismo entre su gabinete y demás actores sociales involucrad­os en los sistemas de coordinaci­ón locales, como es el caso de los sistemas y procuradur­ías de protección de niñas, niños y adolescent­es.

De los gobernador­es depende, en buena medida, que dichos espacios dejen de ser meras figuras decorativa­s o burocracia­s adicionale­s, para convertirs­e en auténticas mesas de trabajo con el impulso presupuest­al suficiente desde las cuales se diseñen, implemente­n y evalúen las políticas orientadas a la protección de la infancia.

En pocas semanas, 15 entidades de la república habrán de elegir precisamen­te a sus nuevos gobernador­es, casi la mitad del gobierno territoria­l del país. Con ello se abre una nueva oportunida­d de replantear las prioridade­s y la configurac­ión de las agendas públicas.

Quienes estamos convencido­s de que 40 millones de niñas, niños y adolescent­es representa­n la mejor inversión para México, habremos de depositar en esta nueva generación de ejecutivos estatales un voto de confianza, pero al mismo tiempo, un margen de fiscalizac­ión ciudadana a su acción de gobierno si esta agenda no es atendida. Son tiempos en donde se requiere volver a lo esencial y las nuevas generacion­es nos necesitan, quizá, más que nunca.

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