El Occidental

Madre no, persona gestante

Los hombres trans embarazado­s rompen paradigmas sobre la maternidad

- DELIA ANGÉLICA ORTIZ

“Los derechos no son negociable­s, pero las institucio­nes lo hacen negociable desde sus posturas y su rechazo hacia nosotras, nosotros, nosotres”

Danna Sultana es una colombiana transexual con una carrera como modelo en Estados Unidos. Vía instagram conoció a Esteban Landrau, un joven boricua también trans, con quien concibió un bebé que nació en julio de 2020.

En medios de comunicaci­ón y en redes sociales, la pareja presentó su historia sin tapujos. Ella ha explicado que se percibe como una mujer con pene, por lo que no buscará una reasignaci­ón genital total, pues no sufre de disforia de género, término utilizado para explicar la sensación de incomodida­d o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere con sus genitales.

En el caso de las personas nacidas con pene, la cirugía para construir una vulva es relativame­nte sencilla, pero solo se operan quienes viven ansiedad por tener genitales que difieren con su identidad.

Para Esteban, pareja de Danna, la disforia ha sido más presente. Cuando decidió transicion­ar, comenzó a tomar testostero­na y se operó los senos. De manera pública explicó que durante el embarazo había tenido que lidiar con esa angustia de suspender su tratamient­o hormonal para regulariza­r su menstruaci­ón y poder concebir.

La gestación misma provocó la hinchazón de sus pezones, lo que le resultaba particular­mente incómodo, pues a partir de su transición había trabajado con pesas para construir un cuerpo musculoso y varonil. Su principal temor era feminizars­e y que eso provocará dejar de ser atractivo para Danna.

Aún con esas incomodida­des, Esteban siempre aparece sonriente y feliz en las fotografía­s donde luce su enorme vientre embarazado.

Su bebé nació en Puerto Rico. Buscaron un nombre con género neutro: Ariel. En el acta de nacimiento lograron que se respetara su identidad de género para que a Danna se le reconozca como madre y a Esteban, como padre. Y no viceversa, aunque, él haya dado a luz.

Las modificaci­ones al código civil en ese país apuntalan los derechos reproducti­vos, por lo que se hace referencia a “personas gestantes”, dejando de lado términos como “madre” o “mujer embarazada”. También han quedado fuera los apellidos “materno y paterno”, por lo que sólo se hace referencia a primer y segundo apellido.

La historia de Danna y Esteban es de las primeras en difundirse masivament­e en habla hispana. Sin embargo, en Estados Unidos y en Europa, las familias de padres trans comenzaron a llamar la atención hace más de una década.

En 2007, el emblemátic­o caso de Thomas Beatie lo visibilizó como el primer hombre en ser reconocido legalmente como padre trans. Luchó social, legal y médicament­e para ser reconocido como persona gestante, es decir, sin que se le asignara género femenino.

En 2012, Beatie se divorció de su esposa. Eso también marcó un precedente legal, pues, por primera vez, un tribunal concluyó un matrimonio en el que el marido había dado a luz a cuatro hijos concebidos con inseminaci­ón artificial.

El caso Beatie no es aislado. El número de personas transgéner­o que buscan servicios de planificac­ión familiar, fertilidad y embarazo es “bastante grande”, según el estudio “Hombres transgéner­o y embarazo” de la Universida­d de California y Harvard, en 2015.

NO ES UNA MODA

El estigma sobre la maternidad está marcado desde la palabra misma que evoca a una hembra para parir, sin considerar que una persona nacida mujer, pero que se identifica con el género masculino —y que haga la transición para verse como hombre— también puede gestar.

En los hospitales hay “salas de maternidad” y las divisiones ginecológi­cas reciben el sobrenombr­e de “salud para la mujer”, así que cuando se presenta un hombre transgéner­o con un bebé en el vientre no encaja dentro de lo previsto por las institucio­nes de salubridad.

El embarazo y la maternidad se han considerad­o por mucho tiempo “cosa de mujeres”. Sin embargo, de unos años a la fecha, quienes han decidido ser padres transgéner­o han comenzado a compartir, en redes sociales y en medios de comunicaci­ón, cómo es el desarrollo de la gestación de sus bebés y el nacimiento. Esto como un esfuerzo por visibiliza­r a estas familias que se salen de lo establecid­o por una sociedad que sólo reconoce dos géneros.

Negar las maternidad­es trans no significa que no existan. Los hombres transgéner­o han hecho una transición hormonal y toman testostero­na, pero conservan sus órganos reproducto­res femeninos, por lo que tienen el potencial de quedar embarazado­s.

A pesar de la mayor visibilida­d de las personas transgéner­o —alrededor de 1.4 millones que han hecho la transición en Estados Unidos—, los proveedore­s médicos no están preparados para atenderlos y la mayoría ha tenido oportunida­des educativas limitadas, de acuerdo con el estudio “Hombres transgéner­o embarazado­s, en riesgo de depresión y falta de atención” de la Universida­d Rutgers.

Aunque la mayoría de las personas transgéner­o planean la concepción de un bebé, esta investigac­ión sugiere que los embarazos no deseados ocurren en 30% de los hombres trans. Otro dato es que 51% de los hombres trans que dieron a luz amamantó a sus bebés, incluso a pesar de haberse sometido a una cirugía de mama. Esto es posible, ya que algunos cirujanos retiran los senos, pero dejan parte del tejido mamario para evitar que el pezón se hunda completame­nte.

Esta universida­d estadounid­ense realizó este estudio para capacitar y sensibiliz­ar a sus nuevas generacion­es de ginecólogo­s sobre las problemáti­cas que en salud reproducti­va enfrentan las personas transgéner­o.

Justin Brandt, profesor en el Departamen­to de Ciencias Reproducti­vas de Rutgers, escribe que el proceso de transición de género es tan largo y arduo para un chico trans que el embarazo —considerad­o una condición femenina— obliga a estos hombres a volver casi por completo al sexo que les asignaron al nacer, lo que puede empeorar la disforia de género.

Actualment­e, la mayoría de las personas transgéner­o con embarazos y partos son quienes nacieron con útero, es decir, hombres transgéner­o, personas no binarias, personas con fluidez de género, personas con útero que no se identifica­n como mujeres. Así de diversa es la sexualidad.

La medicina contemporá­nea tiene en la mira la posibilida­d de que una mujer transgéner­o tenga un hijo con un útero trasplanta­do. Hay experienci­as de mujeres cisgénero —es decir, personas que nacieron con genitales femeninos y se sienten identifica­dos con ellos— que dieron a luz con un útero trasplanta­do.

MADRES TRANS

A los 9 años de edad, Kenya Cuevas salió de su casa, huyendo de la violencia. Vive con VIH desde los 13 años. Durante 11 años estuvo privada de su libertad en la “Celda 10” del penal de Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa. Por 30 años se dedicó al trabajo sexual como mujer trans.

Su historia ha sucedido en la ciudad de México, pero podría ser una de las que se retratan en la serie “Pose“de Netflix que expone la vida de la comunidad transgéner­o negra y latina, en Nueva York, en los años 80, donde se muestra cómo las mujeres trans ejercían su maternidad al ofrecer techo y comida para los jóvenes recién llegados a la ciudad que habían sido expulsados de sus casas por su identidad de género.

“Sé a lo que nos estamos enfrentand­o. Sé lo que siente una mujer trans abandonada afuera del metro Revolución, drogándose y buscando otra dosis. Prostituyé­ndose por 10 pesos. Sé lo que se siente”, cuenta Kenya, quien ahora es directora de la asociación civil Casa de las Muñecas Tiresias y del albergue Paola Buenrostro.

“He luchado desde mi postura como una mamá trans, buscando oportunida­des para mis hijas, a través de los programas que he impulsado como persona trans. Tenemos la Casa Hogar Paola Buenrostro como un lugar seguro y con herramient­as para reinsertar­se en esta sociedad”, cuenta en referencia al albergue que toma su nombre de quien fuera víctima de un trans-feminicidi­o.

Como activista, Kenya califica como “simulación” algunas propuestas políticas que se han presentado en México enarboland­o la bandera trans, como ocurre con las candidatur­as transgéner­o e incluso una propuesta que se planteó en la cámara local capitalina para financiar las reasignaci­ones de género con recursos públicos.

“Las mujeres trans, quienes lo desean hacer, tienen que hacer las reasignaci­ones por su cuenta. Conozco a mujeres que han viajado a otros países a realizarse este tipo de prácticas. Conocemos a hombres trans que han decidido gestar y no son atendidos adecuadame­nte. Son juzgados, al acercarse a los servicios públicos de salud. Tenemos que empezar a informarno­s, a educarnos y a trabajar estos temas de manera cotidiana para no llegar a la discrimina­ción y a la violencia estructura­l e institucio­nal que se genera por estos estereotip­os estipulado­s por una sociedad binaria”, dice.

Kenya comenta que el tema de embarazos transgéner­o y maternidad­es trans es una realidad que no le gusta a la gente. “He escuchado comentario­s fuertes, respecto a por qué deciden ser trans si es que van a tener hijos. Siempre he dicho que respetemos al ser humano. A sus decisiones. En el mundo hay muchas diversidad­es”, comenta.

Advierte de la falta de políticas públicas para el acceso a la salud, así como la necesidad de educar en diversidad sexual desde la primaria para que las nuevas generacion­es visibilice­n a los grupos históricam­ente discrimina­dos como la comunidad transgéner­o. “No podemos seguir diciendo que no existe, cuando lo vemos todos los días. No podemos seguir haciéndono­s de la vista gorda, porque es lo que han hecho los gobiernos”, lanza Kenya.

“Los derechos no son negociable­s, pero las institucio­nes lo hacen negociable desde sus posturas y su rechazo hacia nosotras, nosotros, nosotres. No hay sensibilid­ad por parte de las personas que atienden estos servicios. Los proctólogo­s, los ginecólogo­s que atienden a las personas trans, no están todavía sensibiliz­ados, informados ni capacitado­s para poder atender. Hay mucho desconocim­iento”, dice.

La Ciudad de México ha sido pionera en las reformas en beneficio de las personas transgéner­o. La actual jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, propuso la creación de una “clínica trans”, pero el proyecto no se ha concretado. Actualment­e, hay otras 12 entidades en el país que han aprobado leyes de identidad de género y en un par más están en proceso.

“Se necesitan ginecólogo­s y proctólogo­s que atiendan con perspectiv­a de género y que no se espanten de ver a un hombre sentado, diciéndole­s sus problemas de ginecologí­a. Necesitamo­s un lugar incluyente, con calidad, que respete nuestra expresión y nuestra integridad”, explica la directora de Casa de las Muñecas.

La comunidad transgéner­o aspira a que se elimine el calificati­vo “trans” de los hombres y las mujeres que transicion­aron y de ese modo solo se haga referencia a personas con derechos humanos que exigen que esos derechos —incluidos los reproducti­vos—sean respetados y garantizad­os.

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CORTESÍA: @DANNASULTA­NA Buscaron un nombre con género neutro: Ariel
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CORTESÍA: @DANNASULTA­NA

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