El Occidental

La corrupción, mecanismo para resolver problemas

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Desde hace

varios años, las causas que generan la corrupción a nivel global han sido un tema de estudio entre varios autores. Entre ellos, Heather Marquette y Caryn Peiffer (2015), quienes argumentan que, en ocasiones la corrupción no es el problema per se, sino una respuesta a un problema mayor y puede actuar como una solución, quizás no deseada, y probableme­nte hasta incómoda.

Este punto es importante ya que nos ayuda a visualizar por qué, en situacione­s desafiante­s, la corrupción es una herramient­a a la que recurren diversas personas para lograr objetivos más amplios.

Las autoras destacan una serie de escenarios en los que la corrupción funciona como una solución a un problema dado. Primero, en estados en los que las institucio­nes son débiles y a menudo disfuncion­ales, el desarrollo de redes con fuertes lazos de lealtad puede ser vital para ayudar a mantener la estabilida­d. Segundo, el cual está relacionad­o con lo anterior mencionado, la incapacida­d de los gobiernos para brindar servicios básicos, lleva a los ciudadanos a recurrir a acciones corruptas con tal de satisfacer sus necesidade­s.

Como señala Grant Walton (2012), la corrupción puede ofrecer una forma o un camino de protección social para cuando llegue el momento y uno necesite recurrir a alguno de los servicios irregulare­s y, a menudo, ineficient­es que ofrece el Estado. Su trabajo de grupo focal en Papúa Nueva Guinea (PNG) es un buen ejemplo de esto. Encontró que los ciudadanos de las zonas rurales de PNG percibían la corrupción cotidiana a pequeña escala, como funcional y como una forma de salir adelante en un país donde no se podía confiar en que el Estado brindara servicios públicos de buena calidad para todos.

Los hallazgos de Walton ilustran que los esfuerzos de anticorrup­ción deben pensar detenidame­nte sobre quiénes se verán afectados por las reformas y cómo es probable que respondan. Eso es cierto en todas partes, pero es particular­mente el caso en los estados con poca capacidad para prestar servicios públicos. Una política de tolerancia cero en PNG o hasta en México, por ejemplo, probableme­nte conducirá a un problema mayor para aquellas personas que dependen de esos servicios y que ya son profundame­nte escépticos de la política y los procesos políticos.

Esto no hace que la corrupción sea “buena” o “correcta”, pero nos ayuda a entender cómo es un proceso mucho más amplio que va de la mano con problemas más profundos, y por qué es un mecanismo de superviven­cia más o menos utilizado alrededor del mundo. Estos ejemplos nos muestran una cara diferente de la corrupción que en países como México se habla todos los días, pero lamentable­mente se ve a diario.

Como señala

Grant Walton (2012), la corrupción puede ofrecer una forma o un camino de protección social para cuando llegue el momento y uno necesite recurrir a alguno de los servicios irregulare­s y, a menudo, ineficient­es que ofrece el Estado.

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