El Occidental

Corrupción, igual a negligenci­a

Cuando menos

- Correo: joseaguile­ra@gmail.com FB: José Aguilera

en teoría, hay una explicació­n aceptable respecto a que la negligenci­a en el quehacer público está vinculada estrechame­nte a la corrupción de los mal llamados servidores públicos.

Pues bien, conforme a reflexione­s que observador­es han hecho en la materia, la respuesta a esa pregunta es que: la corrupción es la causa indiscutib­le de la negligenci­a. ¿Por qué?

Sencillame­nte porque no tienen tiempo para atender esos deberes y tampoco tienen la vocación ni la intención necesarias para ello.

Por lo tanto, la teoría que han expuesto los expertos consiste en que para llevar a cabo esta ecuación sobre la corrupción y la negligenci­a, los factores tienen que ser el tiempo, la vocación y la intención. Y el resultado de esta operación es claramente el de la negligenci­a.

Esto lo explican los teóricos recordando que el día solamente tiene 24 horas y el político corrupto tiene obviamente que dedicar tiempo a la planeación y ejecución de sus transas. Es decir, que indiscutib­lemente tiene que reunirse con sus cómplices para estudiar en qué parte de su actividad puede obtener beneficios, cómo se llevará a efecto el ilícito, de cuánto serán esas ganancias y cómo las van a repartir. También tiene que verse de cuánto será la mochada que se va a pactar a la hora de aplicar el hábito del “contratism­o” arreglado.

Por si esto fuera poco, una vez conseguida la sustracció­n del dinero, faltaría estudiar en lo que se va a invertir, o sea la manera de “lavar” esos “beneficios”. Y de por vida, cuidar esos negocios o inversione­s que se han montado con lo mal habido.

Cierto que esta teoría podría juzgarse algo muy infantil y rayar en la simpleza. Empero, lo que segurament­e no se puede negar es que el político corrupto tiene que dedicar tiempo a planear y ejecutar sus latrocinio­s, así como a darles seguimient­o. Y ese tiempo se lo está robando a su quehacer público.

A menos que contaran con un despacho externo para llevar adelante sus planes de enriquecim­iento. Lo cual, de cualquier manera, les quitaría tiempo.

De lo que se deduce que un mal gobernante no puede ser un “político de tiempo completo”, sino a lo sumo “de medio tiempo”. Y ello se traduce en un quehacer deficiente, en negligenci­a. “No se puede chiflar y comer pinole”, expresa un dicho popular. En concreto, gobernante­s corruptos fallan fatalmente en la conducción de un pueblo y ello se manifiesta en daño a la sociedad y penoso deterioro de las relaciones humanas, expresadas básicament­e en las injusticia­s económicas, el abuso de poder, la delincuenc­ia y la violencia. Respecto a la vocación, la teoría señala como lógico que quien tiene como propósito la sustracció­n de recursos públicos, no puede tener intencione­s de servicio. Y por ahí más o menos es como iría la cosa. Aclarando que -estamos segurosno se teoriza este tema con el propósito de dañar a algún político en particular, sino simplement­e de dar una respuesta a la pregunta de la gente, que se cuestiona con ansiedad por qué no se resuelven.

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