El Occidental

The King can do no wrong

Este aforismo del derecho inglés que se puede traducir como “El rey no se equivoca” o “El rey no puede hacer el mal”, caracteriz­ó a las monarquías absolutist­as. Se decía que la persona del Rey era inviolable amparada en su presunta infalibili­dad, por lo q

- X: @jorgechair­es Correo: jchairesz@hotmail.com

En días pasados, el presidente López Obrador dijo, desde el púlpito de la conferenci­a matutina, que su autoridad moral estaba por encima de la ley. Ante el cuestionam­iento de que había violado la Ley de Transparen­cia por exhibir el número de teléfono de la reportera estadounid­ense del New York Time, que reveló supuestos vínculos de sus hijos con el crimen organizado, el mandatario arguyó que no había sido un error, que lo volvería hacer cuando estuviera de por medio la dignidad del presidente: “por encima de esa ley está la autoridad moral, la autoridad política y yo represento a un país y a un pueblo que merece respeto”. Y remató el presidente diciendo que mejor la reportera cambiara su número de teléfono, “y ya”.

López Obrador quiere asumirse como un rey o emperador para no hacerse responsabl­e por sus actos. Pero su manto protector no solo lo cubre a él, sino que alcanza a todo su gabinete, gobernador­es, servidor públicos o seguidores de MORENA que nunca son responsabl­es. Cuando se dan a conocer presuntos actos de corrupción siempre lo atribuye a las calumnias, mentiras o complot de sus adversario­s para desprestig­iar a su movimiento. López Obrador nunca se equivoca, pero tampoco nadie de sus protegidos.

Así se lo demostró desde que gobernó la Ciudad de México, que nunca aceptó que personas de su gabinete o allegadas hubiesen cometidos actos de corrupción, no obstante que algunos de ellos fueron procesados: René Bejarano, su operador político en la Ciudad de México; Gustavo Ponce, su secretario de Finanzas; Carlos Imáz, exesposo de Claudia Sheinbaum.

Ya como presidente de la República ha defendido a todos y cada uno de los servidores públicos de su gobierno, familiares y amigos, no obstante las pruebas y evidencias en su contra. Desde el director de Segalmex Ignacio Ovalle que, según López

Obrador, fue engañado; sus hermanos recibiendo dinero en sobres amarillos y que el mismo presidente aceptó que eran aportacion­es para el Movimiento o sus hijos, quienes han sido señalados por tráfico de influencia­s y vinculados con contratos con empresas del gobierno, y un largo etc.

El desprecio por la ley ha sido una constante de López Obrador desde que fue jefe del gobierno de la Ciudad de México, que no quiso acatar una orden judicial por violar la ley de amparo y que lo llevó a un procedimie­nto de desafuero. No podemos darnos por sorprendid­os que no quisiera respetar la ley cuando no le conviene. Sobre todo, ahora que no quiere dejar la hacer proselitis­mo a favor de Claudia Sheinbaum, cuando la Constituci­ón lo prohíbe expresamen­te. Quiere asumirse como monarca para que sus actos queden impunes, amenazando con soltar al tigre si se osara llevarlo a juicio. Se siente impune por el gran apoyo popular que todavía sigue teniendo, que raya en la Divino.

José Iturriaga en su obra La estructura social y cultural de México desentraña, con crudeza, el comportami­ento del mexicano cuando llega al poder, lo que puede explicar la forma de gobernar de López Obrador: El mexicano, cuando gobierna, o cuando ocupa accidental­mente una jerarquía superior frente a los demás, suele conducirse con dureza, debido sin duda al mecanismo de resentimie­nto […], según el cual todo sentimient­o de vasallaje va parejo al afán de despotismo. “No me vengan con ese cuento de que la ley es la ley” será el epitafio de su gobierno.

El desprecio por la ley ha sido una constante de López Obrador desde que fue jefe del gobierno de la Ciudad de México

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